Egipto Antiguo 169 Preparativos para la primera cita romana, por parte de Cleopatra VII. Los de Julio César no constan, porque lo preparaban «in situ«.
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© Copyright Fernando Conde Torrens, el Viernes 7-2-2.014
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En el anterior artículo hemos visto cómo Julio César y Cleopatra se reencuentran de nuevo. Ella ha venido a Roma, citada por él.
La Villa en la que quedó Cleopatra era amplia y lujosa. Cleopatra se dedicó a explorarla, junto con sus doncellas y el personal de su guardia. Recorrió todas las dependencias, designando el uso a que se destinarían. Eran más que suficiente para el personal que la acompañaba. Paseó por el jardín, con las doncellas a su lado y los mercenarios a prudencial distancia. Aunque no era previsible que se produjera ningún incidente, la orden que tenían los miembros de la guardia personal era tener los ojos bien abiertos a todas horas. César tenía enemigos poderosos y éstos podían tratar de herirle perjudicando a Cleopatra. César se lo había dicho ya en el barco, en la corta entrevista que tuvieron a bordo.
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Interior de casa noble romana, con biblioteca
(Fuente: Historia de la Humanidad, Tomo 10. Roma Republicana. J. M. Roldán et alia. Arlanza Ediciones, S.A. 2.000)
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El tiempo le pareció una eternidad hasta la llegada del atardecer, cuando volvería César. Los mercenarios se encargaron de colocar en las habitaciones el pesado equipaje que Cleopatra traía desde Alejandría. Sus damas abrían los baúles y colocaban el contenido como sabían que su señora deseaba. Cleopatra era muy ordenada y cada cosa debía estar en su lugar designado. Se daba cuenta de cualquier objeto que estuviera fuera de su sitio. Y llamaba la atención a la dama de compañía responsable de esa habitación. Un reproche de ese tipo marcaba a la doncella por un tiempo. Todas competían en hacer la voluntad de su Reina a la perfección..
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Decoración de una casa de Ostia Antigua. Roma
(Fuente: Historia de la Humanidad, Tomo 10. Roma Republicana. J. M. Roldán et alia. Arlanza Ediciones, S.A. 2.000)
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Cleopatra había traído de su Palacio en Alejandría un amplio vestuario y todo sus utensilios de cosmética y maquillaje. Los egipcios se servían a diario del maquillaje. No sólo las mujeres. Los hombres también se maquillaban, sobre todo los ojos, si bien más ligeramente que ellas. Las egipcias tenían a orgullo no sólo esparcir un aroma penetrante y grato alrededor de su cuerpo, sino crear además en su entorno una atmósfera perfumada. Para ello tenían el recurso de colocarse bajo el peinado un paquete de esencias aromáticas, envueltas en una redecilla. Un arreglo del pelo complicado ocultaba el cono de perfumes, si se deseaba que éste pasara desapercibido. Incluso las tañedoras de instrumentos musicales empleaban conos de perfume sobre el peinado cuando actuaban en Palacio.
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Orquesta femenina (con conos de perfumes) en una tumba del Valle de los Nobles, Tebas
(Fuente: Historia de la Humanidad, Tomo 4. Antiguo Egipto. Ana María Vázquez. Arlanza Ediciones, S.A. 2.000)
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Cuando una dama de la alta sociedad egipcia se preparaba para un evento importante, echaba mano de su arsenal de recursos cosméticos. Cuando se aproximaba la hora final, cada egipcio elegía cuidadosamente su atuendo funerario, con el que debía presentarse ante los dioses. Y no faltaba el cono de perfumes sobre su cabeza, fuera varón o hembra. Si era varón, el hatillo de perfumes era más discreto, como el maquillaje.
Comparecer ante Osiris, dios de los muertos, era el acontecimiento más importante de la vida, la que le ponía fin y decidía el destino futuro del difunto. El destino futuro era seguir viviendo en los jardines del Oeste – donde el Sol se ocultaba por la noche, símbolo de la muerte – o morir devorado por la Fiera devoradora de hombres. Si el juicio realizado a la hora de la muerte era favorable al difunto, por tener éste un corazón limpio, era acogido en los jardines de los bienaventurados. Allí el difunto tendría tierras, si aquí las tuvo, y aun mayores, y con libre acceso a las aguas de un Nilo eterno, para regarlas generosamente. Si el destino tenía que ser adverso, por morir con un corazón pervertido, al menos se pasaba en un instante, pues la Fiera era rápida en su trabajo.
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Pareja de egipcios ante Osiris, dios del mundo subterráneo
(Fuente: Historia de la Humanidad, Tomo 4. Antiguo Egipto. Ana María Vázquez. Arlanza Ediciones, S.A. 2.000)
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Todo, alrededor de una verdadera dama, debía embriagar al hombre que se aproximara. Y Cleopatra deseaba cautivar a César. Lograrlo, para ella, era una cuestión de Estado. Sabía que todo Egipto estaba pendiente del resultado de su viaje.
No obstante, con Cesarión de un año, los sacerdotes de Amón entendían que Cleopatra no debía quedar embarazada de nuevo. Por ello la habían provisto de amuletos, conjuros mágicos, a pronunciar antes del acto, y un juego de pequeños dispositivos que debían colocarse cada vez en el lugar apropiado. Todo ello evitaría que Cleopatra concibiera en su trato íntimo con César. Cleopatra dejó que sus damas la prepararan. La tarea les llevó dos horas.
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Enlace con el próximo día: Egipto antiguo 170. Juntos de nuevo.
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Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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