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El Imperio Seleúcida 11 bajo Antíoco IV Epífanes

El Imperio Seleúcida 11 bajo Antíoco IV Epífanes (175 -164)

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© CopyrightFernando Conde Torrens, el 11-5-2.011

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        Del tiempo total que va a durar el Imperio Seleúcida, que son del orden de 275 años, el reinado de Antíoco IV Epífanes ocupa exactamente el centro. Ni él ni sus contemporáneos lo sabían, pero así era. Y, además de ser el punto medio, fue el punto de inflexión. Quiero decir que hasta él, e incluso contándole, el Imperio Seleúcida había tenido vaivenes, hacia adelante y hacia atrás, pero mantenía más o menos las fronteras iniciales. Una vez muerto Antíoco IV Epífanes, sólo iban a darse retrocesos; jamás avances. Fue, por tanto, el último Emperador Seleúcida digno de tal nombre, por eso sus contemporáneos le apodaron Epífanes, la manifestación gloriosa, el manifestado, que eso significa Epifanía, manifestación, pero a lo grande.

        Recordemos que Antíoco IV Epífanes había sido durante 14 años rehén en Roma, por orden de su padre y luego de su hermano mayor, Seleúco IV, el Recaudador de la multa impuesta por Roma al padre, Antíoco III Megas, como se ve en el esquema que sigue. En los meses últimos había sido sustituido por el hijo de su hermano Seleúco IV, Demetrio I, que, a juicio de Roma era un rehén más consistente, de cara a obligar a su padre el rey. Pero el primer ministro de Seleúco, Heliodoro, iba a dar un golpe de timón en la nave del Imperio Seleúcida, al asesinar a Seleúco IV Filopator

        En el orden sucesorio, el primer candidato era el joven Demetrio. Pero Roma entendió que un hombre maduro como Antíoco, que se había educado en Roma, tenía más posibilidades de arrebatar el trono al usurpador Heliodoro y mostrarse luego sumiso con Roma. Y, efectivamente, Antíoco IV Epífanes supo deshacerse de Heliodoro y de sus soportes en la capital y accedió al trono como Antíoco IV.

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El Imperio Seleúcida 11 bajo Antíoco IV Epífanes

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        Pero si durante su estancia en Roma había dado muestras de adaptar la mentalidad romana, la realidad era muy otra. A Antíoco IV su estancia en Roma sólo le sirvió para enamorarse de la cultura helenística. Se volvió un partidario acérrimo del Helenismo (fanático diríamos, si no nos cayera Antíoco simpático). Cuando ascendió al trono y eligió un ministro más de fiar, gran parte de sus larguezas las dedicó a embellecer Atenas y otras ciudades helenísticas.

        A la vez que estas cosas sucedían en la parte Este del Imperio de Alejandro, en Egipto el Faraón reinante había muerto y dejado dos niños y una niña como candidatos para sucederle. El poder lo tomaron los ministros de la corte. Y, buscando gloria o pensando que el vecino de al lado era débil, iniciaron preparativos para atacarle y recuperar Siria, que el padre del monarca reinante había arrebatado a Egipto. Pero Antíoco IV Epífanes se enteró y se anticipó, invadiendo Egipto el año 169 AEC.

        Derrotó a las fuerzas de los ministros en Pelusio y avanzó sobre el delta el Nilo, tomando Menfis, la capital. Para entonces, los ministros habían casado al mayor de los niños, de nombre Ptolomeo, con su hermana, de nombre Cleopatra. Antíoco IV vio que la situación le era muy favorable. Mantuvo en el poder a los hermanitos y los convirtió en monarcas protegidos suyos. Tenía resuelto de por vida el problema de Egipto. Acabada la campaña, cuando amenazó el mal tiempo, se retiró a su Antioquía Epidafne, en Siria.

        Pero el hermano del pequeño Faraón, con algunos ministros, se había refugiado en Alejandría y allí proclamaron Faraón al hermano menor, que también se llamaría Ptolomeo con el tiempo. El hermano mayor reconoció a su hermano el alejandrino como Faraón, y Egipto tenía entonces dos Faraones. De modo que la labor de Antíoco IV Epífanes del año anterior quedaba incompleta, porque una parte de Egipto no reconocía su soberanía, y le haría la guerra en cuanto fuera posible. Cuando llegó la primavera siguiente, Antíoco IV se puso de nuevo al frente de su ejército y se dispuso a traer a mandamiento a la parte occidental de Egipto.

        Llegó sin problemas ante las murallas de Alejandría y dispuso el asedio de la misma. Pero los tiempos en que los descendientes de los Diádocos se disputaban entre ellos los territorios conquistados por Alejandro ya habían terminado. Ahora una nueva potencia tomaba decisiones en la zona oriental del Mediterráneo, Roma. Y se produjo la conocida escena de que llegaron emisarios romanos ante Antíoco y éste los recibió en la playa, al lado de sus catapultas, arietes y torres de asalto. El jefe de los emisarios, Gneo Popilius le dijo a Antíoco que Roma no veía con buenos ojos que él atacara Egipto, aliado de Roma (y suministrador principal de cereales). Le conminó a abandonar Egipto, abandonando sus conquistas del año anterior. Evidentemente, era una imposición muy fuerte. Antíoco le respondió que lo consultaría con sus generales. Y entonces el romano le dijo que se tomara todo el tiempo que quisiera, siempre que no saliera del círculo que sobre la arena trazó con su espada.

        Era una postura insolente, inadmisible … siempre que quien la tuviera no fuera Roma. Antíoco IV , que había vivido varios años en Roma, conocía el poder de Roma y, con buen sentido, decidió conformarse con lo que tenía al acceder al trono y no cometer una locura. Allí mismo le dijo al emisario romano que se retiraba, dejando Egipto libre. Roma no quería que un monarca seleúcida creciera demasiado. Y Antíoco estaba medrando demasiado.

        Antíoco IV tuvo también problemas en la parte oriental de su Imperio, donde los Partos, que se había vuelto reyes tributarios de su padre, se volvieron de nuevo independientes. Y tendrá que enfrentarse con ellos. También tendrá un problema con Judea, un pequeño reino que pasaba de los seleúcidas a los egipcios, según el impulso del monarca de turno. Sobre este tema hay mucha información, por lo que pronto veremos, de modo que dejaremos la segunda entrega para el día próximo. Detenernos en la problemática judía de Antícoo IV Epífanes nos permitirá quizás comprender bien los entresijos político-religiosos de la Antigüedad.

Continuará.

Enlace con el próximo día.

………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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