Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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El mal comportamiento de los guías

El mal comportamiento de los guias

 © Copyright  Fernando Conde Torrens, el 18-10-2.006

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        Aunque la organización al modelo imperial y la enseñanza multitudinaria no fueran ya señales seguras de que cualquier afinidad ente nuestra religión ancestral y el Conocimiento, o Sabiduría, era nula e irreal, hay otro detalle del que conviene hablar al analizar nuestra ideología occidental y es el mal ejemplo de vida de numerosos guías, tanto hoy como en el más extenso pasado.

        La Historia la escriben los vencedores, suele decirse, y durante más de 1.500 años los vencedores en todos los campos han sido los miembros de la casta sacerdotal cristiana. Ellos han escrito su propia historia durante centurias, sin que nadie pudiera objetar lo más mínimo. Nosotros podemos hoy objetar, analizar y enjuiciar aquel pasado. Y calificarlo como nos parezca.

        Una práctica que aquí favorecemos, y hemos aplicado, consiste en tomar escritos del sector ortodoxo, de la propia casta sacerdotal cristiana, y, basándonos en lo que ellos decían de sí mismos en momento en que no tenían oposición, deducir de tales afirmaciones algo que subyace en la ideología y de lo que ellos no se daban debida cuenta, porque nadie les pedía cuentas. Nadie puede dudar de la veracidad de tales hechos, ya que están narrados por los mismos que los llevaron a cabo y lo dejaron escrito porque se sentían muy orgullosos de ellos.

        Sabemos por la Historia, escrita por sus propios protagonistas, que San Ambrosio, obispo de Milán, trabajó activamente para convencer al Emperador de sus primeros tiempos como obispo, de que abandonase su política de tolerancia ideológica y aceptase sólo el Cristianismo como religión admitida, en lo que finalmente triunfó con el ascenso al poder de Teodosio.

        Basta con leer los escritos cristianos anteriores a Nicea para percibir la durísima campaña de demonización llevada a cabo contra lo judíos, desde Hermias hasta el Martirio de Policarpo de Esmirna. Y los escritores de tales textos eran lo más granado de guías primeros, los ideólogos más primitivos.

        Basta con leer con detenimiento a los llamados «Santos Padres» para comprobar que atizaron el fuego todo lo que estuvo en sus manos para sembrar más odio hacia los judíos. Y ellos eran los guías con carrera, los intelectuales de los primeros siglos.

        El obispo de Alejandría, san Cirilo, azuza a sus monjes para que quemaran y destrozaran bibliotecas, asolaran templos no cristianos y limpiaran de guías extraños los alrededores. Y ello merece los aplausos de los jerarcas posteriores que lo santifican.

        Basta con seguir la Historia para conocer los abusos sin cuento que se han dado por parte delos miembros de la casta sacerdotal cristiana, de nuestros guías, a lo largo de los siglos. Pero es que hace muchos años, más casi de los que el autor de estas líneas cuenta, se decía de quien entraba en un seminario que «se fue a estudiar para cura». Y más atrás aún se decía de los jóvenes que hacían tal cosa que «siguió la carrera eclesiástica».

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El mal comportamiento de los guias

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        La primera expresión tiene que ver con el artículo pasado en el que se muestra las nulas posibilidades de convertirse en auténticos guías a base de «estudiar». La segunda expresión da una idea más acertada, pues la sabiduría popular pone el dedo en la llaga, al considerar que quien se iba para cura o fraile lo que había hecho era elegir «una carrera», la eclesiástica.

        En una sociedad dividida en clases en que es muy difícil elevarse sobre la clase de los padres, una vía de escape para los humildes, para los sin hacienda, era elegir «la carrera eclesiástica«. No importaba que los padres no tuvieran dinero, ni tierras, ni posesiones. Si el chico era «despierto», su madre se iba a sentir encantada si el segundo hijo, o el tercero o el quinto de la prole elegía «la carrera eclesiástica». Porque iba a vivir mejor que sus padres y que sus hermanos.

        Mientras las condiciones sociales fueron las que se indican, conventos y seminarios se vieron abarrotados de novicios y seminaristas, niños que a los 12, 13 ó 14 años decidían hacerse «curicas«, como cariñosamente se decía en mi tierra del familiar ido. ¡Qué tiempos …!

        Luego la sociedad cambió, pero ha sido hace muy poco. Vino la cultura generalizada, mejoró el nivel de vida, más y más familias podían enviar a sus hijos a la Escuela, darles formación profesional, e, incluso mandarlos a la Universidad. Nos abrimos al mundo, dejamos de vivir en la aldea, aprendimos idiomas, viajamos al extranjero, llegaron las becas Erasmus y ya nadie elige «la carrera eclesiástica», hay muchas otras sin tener que hacer tantos compromisos y tan personales. Uno prefiere ser veterinario, encofrador, economista o ingeniero informático.

        Pero volvamos a nuestros «curicas» y «frailicos» de antaño. Como lo suyo era hacer carrera, la hicieron. De eso a convertirse en guías espirituales … cómo lo diríamos … nada que ver. De ahí a que fueran modelos de hombres … pues, hombre … todo no puede ser. Eran seres humanos, con sus debilidades, que hicieron una elección sin tener edad para decidir y entraron en una dinámica en la que los pasos atrás no eran fáciles.

        No vamos a mencionar fallos evidentes de no pocos guías cristianos modernos, no hace falta. No de todos, desde luego, pero, curiosamente, todos los Maestros del Conocimiento que conocemos a través de la Historia fueron personas impecables en su vida diaria, modélicos, Sócrates, Epicteto, Plotino … , vivían lo que enseñaban. es que una cosa es una cosa y otra cosa es otra.

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En www.sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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Enlace al próximo artículo: Los puntos fuertes del Cristianismo.

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