Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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La enseñanza reglada

«La enseñanza reglada», otro punto débil del sistema, la necesidad de proveer guías fabricados en serie. Algo sólo comprensible por el absoluto desconocimiento de qué sea el Conocimiento.

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 © Copyright  Fernando Conde Torrens, el 16-10-2.006

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        El penúltimo punto débil de nuestra ancestral ideología va a ser la irreal pretensión de que se puede formar a un guía mediante su estancia, de joven, en un centro de formación de guías, como si de médicos, ingenieros, abogados o mecanógrafos se tratara. Enfocado desde la experiencia que da el Conocimiento habido en el planeta desde que el mundo es mundo, experiencia de 2.500 años a todo lo ancho de Oriente y Occidente – que puede ser experiencia ajena, si a uno le resulta desconocido el tema – tal pretensión es irrisoria.

        Ningún Maestro de los que ha enseñado el Conocimiento en el mundo se formó en una escuela en la que entrara a los 16 años, estudiara diversas asignaturas, en una enseñanza reglada, establecida igual para todos,  y saliera a los 23 años de edad convertido en Maestro.

        El Maestro se forma  a lo largo de parte de su vida. Cada Maestro necesita un tiempo diferente, nadie puede predeterminar que tal persona acabará siendo Maestro, y cada ciudad da, a lo largo de su historia milenaria, como máximo, a un Maestro del Conocimiento. Como mucha, a dos. Evidentemente, éstas son reglas generales, que pudieran tener sus excepciones excepcionales.

        La dificultad para explicar y entender esto del Conocimiento estriba en captar que el Conocimiento es la ideología objetivo, o meta, cuando nuestra ideología cristiana lleva 1.700 años – o 2.000, tanto da – empeñada en convencernos de que el Conocimiento, a la que ella llama Filosofía, es una ideología decadente a la que ella, el Cristianismo, desplazó con plena justicia, razón y oportunidad. Pero tenemos plena confianza, tanto en la habilidad docente de quien esto expone, como en la sin par capacidad intelectiva del lector.

        Ha habido Maestros del Conocimiento, como Pitágoras, Heráclito, Demócrito, Sócrates, Epicuro, Zenón de Citio, Pirrón deElis, Epicteto, Plotino, por sólo citar los occidentales. Sus biografías son de dos tipos:

        Los primeros estudian en la Escuela de un Maestro del Conocimiento, como Plotino, que pasó 11 años con Amonnio Sakas como Maestro en Alejandría. Tras ellos se convirtió en Maestro él mismo. Es el momento oportuno para insistir en que no todos  los alumnos de Amonnio se convirtieron en Maestros del Conocimiento. Sólo nos consta que lo lograron Plotino y un tal Orígenes, sobre el que los historiadores no se ponen de acuerdo si fue el Orígenes cristiano u otro Orígenes asilvestrado.

        Los otros Maestros del Conocimiento son los autodidactas, como posiblemente Sócrates. No van a una Escuela de Conocimiento, no tienen medios, les cae lejos, pero estudian, leen y practican lo que enseñaron otros Maestros anteriores. Sócrates tendría a su disposición los escritos de los que hoy llamamos “Maestros presocráticos”, una media docena, y todas o al menos algunas de sus obras. El caso es que más jóvenes – los que van a una Escuela – o menos – los autodidactas – es la vida la que forma a los Maestros del Conocimiento.

        Un Maestro del Conocimiento aprende de los Maestros que le han precedido. Nadie que no tenga el Conocimiento lo puede transmitir, como fácilmente puede comprenderse. Es más, en virtud de una experiencia reciente, ni siquiera un investigador histórico que nunca haya oído hablar del Conocimiento, puede reconocerlo, ni aunque lo tenga delante.

        Los Maestros del Conocimiento no se limitan a alcanzar el Conocimiento: Lo enseñan. Y, para ello, escriben obras o lo fían a la palabra y al momento presente, el de sus vidas. Abren una Escuela del Conocimiento, o de Sabiduría, y lo enseñan al que viene. De los que vienen, muchos, la inmensa mayoría, no están preparados y pasan por las aulas sólo para adquirir una cultura general. Sólo los que están preparados para captar el Conocimiento son los que progresan en él y un día lo hacen suyo. De ahí lo de tan pocos triunfos y los más que escasos casos de alumnos que llegan al nivel de su profesor.

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La enseñanza reglada

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        Pongamos un ejemplo que trate de acercarse al caso real medio. Un Maestro del Conocimiento abre un Escuela de Sabiduría. Acuden a ella 100 alumnos en total, a lo largo de los años en que vive y enseña el Maestro. La inmensa mayoría no se convierten en Maestros. De Amonnio Sakas, uno o dos. Sócrates tuvo una Escuela ambulante en Atenas unos cuantos años, entre 20 y 30. He seguido su historia y sé que Pirrón de Elis, Estilpón de Megara y Antístenes de Atenas se convirtieron en Maestros del Conocimiento y a su vez enseñaron el mismo. No más, tres. Platón no lo logró, ¡por los dioses! Sólo tres. Y eso ya es mucho.

        Veinte años, al menos, enseñando, tres alumnos que acceden al Conocimiento. Epicteto enseñó ente 10 y 20 años en Nicópolis en pleno siglo I. No consta que brotara ningún Maestro del Conocimiento de tal cantera. Arriano fue un alumno aventajado, admirador de su Maestro, del que tomó apuntes taquigráficos en clase y publicó sus enseñanzas en sus célebres “Pláticas”, en 4 libros, y su “Enquiridion”, o Manual. Pero Arriano no llegó a Maestro, ni escribió sobre el Conocimiento, ni tuvo alumnos, aunque dejó obra escrita.

        Un Maestro del Conocimiento, o no tiene descendencia sabia, o tiene menos alumnos que culminan la carrera del Saber que dedos tiene el Maestro en su mano derecha.

        Pretender que en un Seminario o convento, donde no hay ningún Maestro del Conocimiento, entran 100 seminaristas y 90 salen – ó 50, tanto da – hechos unos guías es … hablar de otra cosa. No tienen nada que ver.

        Los guían no se hacen, nacen. Y luego, además, se hacen ellos mismos a sí mismos. Se hacen leyendo a otros Maestros y trabajando. Y ese trabajo les lleva 10 ó 20 años. Y tienen su akmé, o floruit, a los 30 ó 40 años de edad. Lo que nosotros, influidos por los orientales, llamamos hoy en día Iluminación.

        El Conocimiento es autónomo. Se da un día en una ciudad y no vuelve a florecer en esa ciudad hasta pasadas 10 ó 20 generaciones. Por eso son tan raros los Maestros del Conocimiento. Es que el Conocimiento es, como se decía en mi casa, “harina de otro costal”.

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En www.sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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