Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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La política del miedo 2

El «La política del miedo  2» analizamos las características de los relatos del artículo anterior

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© Copyright  Fernando Conde Torrens

 

 

 

        Ignoro la sensación del lector al leer los textos que ayer le ofrecimos. En un extremo del arco, algún lector pudiera haberse aburrido y abandonado una lectura que se le antojaba sin sentido. Otros lectores pudieron pensar que estaban en otro mundo, un mundo irreal, un mundo imposible, un mundo cabeza abajo, loco. Para algunos pudo ser algo novedoso e insospechado; otros quizás confirmarían lo que un día conocieron y casi habían olvidado.

        Mi sensación personal fue de lástima, pesar y vergüenza ajena. Lástima por la cantidad de sufrimiento, angustia y miedo que con tales enseñanzas se ha generado durante docenas de generaciones en grandes territorios, entre ellos nuestra tierra.

        Pesar, porque uno tiene una sensación de dolor, de sentir un cierto rebote de toda la opresión que esas ideas han supuesto en millones de personas. No leí los ejemplos como quien lee una novela o una anécdota curiosa, con despreocupación, no. Puedo decir que la lectura pesaba.

        Y, por último, vergüenza ajena. Vergüenza porque haya habido miles de guías que han enseñado todo eso sin ocuparse en comprobar la veracidad de cuanto enseñaban. Y eso no tiene nombre. Hace tiempo dediqué dos artículos, titulados «Malos Profesores«, hablando de qué hace un Profesor cuando prepara sus temas. Por lo visto, algunos lo hacemos, pero no todos lo hacen.

        Y también, vergüenza ajena por los enseñados, por su sometimiento, por su falta de crítica, por su docilidad, por la facilidad con que aceptaron tantas aberraciones. Hacia este colectivo, la vergüenza iba unido a la comprensión y a la compasión. Pudiera sorprender, pero hay que situarse en la época y entonces la historia se comprende. Tal vez los que hemos sobrepasado el medio siglo lo tengamos más fácil, porque en nuestra infancia y juventud aún daba sus últimos coletazos la mentalidad tremenda del padre Antonio.

        Hoy vamos a resaltar algunos aspectos de las «lecturas piadosas» de ayer que no pueden dejarse a un lado. Y son éstos:

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1. La visión mágica apabullante.

2. La inmovilidad del planteamiento.

3. La concreción de los protagonistas.

4. La posición geocéntrica del infierno.

5. El miedo como política.

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        Detallamos cada uno de estos puntos.

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1. La visión mágica apabullante.   La política del miedo 2

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        Una de las cosas que más llama la atención es la visión mágica que va incrustada en todos los «relatos edificantes» de ayer, de la casta sacerdotal cristiana, de nuestra religión. La ceguera de los miembros de la casta impide que perciban que es precisamente esa visión mágica la que ha vaciado las iglesias y les está dejando definitivamente solos.

        Pero si decidieran borrar con un «typex» todas las apariciones de ángeles, todos las visiones, las visitaciones, las resurrecciones, las curaciones, todas las profecías fáciles, todos los milagritos, todos los inventos y desatinos que en los «textos sagrados» se contienen, se quedarían sin «textos sagrados». De ahí que no puedan salir del atolladero en el que, por la propia naturaleza del invento, están atrapados.

        Esa visión mágica, ese gusto por lo portentoso, ese iluso regocijo de pertenecer al único «ghetto divino» sobre el planeta causaba furor en tiempos de Constantino. Pero ha llovido mucho desde entonces y la Humanidad occidental de la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI no tiene ya esos gustos, afortunadamente para ella. Por eso, ni aun con aggiornamientos, una doctrina así tiene muy escaso atractivo en nuestra sociedad.

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2. La inmovilidad del planteamiento.   La política del miedo 2

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        Otro aspecto a resaltar es la inmovilidad en la posición, en la enseñanza, en la postura. A mediados del siglo XIX se estaba aún bebiendo en la doctrina de los Santos Padres, aquellos intelectuales avispados del siglo IV y comienzos del V que se subieron al carro del Emperador y apostaron por su religión. Podrá haber más adornos en las historias, más detalles atemorizadores, pero la táctica es la misma y las amenazas, idénticas.

        Hasta los egipcios, como estamos viendo, y dentro de sus 3.000 años como pueblo creyente, tuvieron sus «movimientos divinos». De la pluralidad y democracia inicial se pasó al predominio de Amón-Ra. Conoceremos en breve una reacción en favor de Atón, poco duradera. Y otra reacción más lograda con Isis, Osiris y Horus, hasta llegar a los misterios que protagonizarán estos dioses.

        Conoceremos la pujante evolución de la Filosofía, enseñada antes de Sócrates de manera desorganizada y tras él, de manera casi reglada en las tres Escuelas que tanto brillo dieron al Helenismo de Alejandro Magno y descendientes.

        La Ciencia occidental ha avanzado igualmente, porque está abierta a que cualquiera pueda hacer sus aportaciones.

        Podríamos pensar que lo que está vivo crece y que lo que no muta, lo inmóvil, está condenado a ser pieza de Museo. Podríamos sospechar que lo que nace vivo está dispuesto a correr el riego de crecer, que no teme al crecimiento y también, como decía un maestro que tuve en la Empresa, que «lo que nace ya formado, lo que nace grande, es monstruoso».

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3. La identificación ambigua de los protagonistas.   La política del miedo 2

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       Hay otro aspecto que denota la picardía del narrador: Lo poco concreto que es a la hora de definir a los desgraciados protagonistas. Vaya el lector a buscar noticias de Catalina, la del Perú, la doncella remolona a la hora de abrirle el corazón al cura. O del bueno de Pelagio, el ex-pastor que tuvo un pensamiento indecente y se perdió para siempre. Es curioso el nombre de Pelagio, el mismo que el de un supuesto hereje del siglo IV que se opuso a la ortodoxia de la religión de Constantino.

        De otro mal pensador se dice que es de Italia y de la señora que cabalga sobre un dragón, ni el país. De ese modo resulta imposible tratar de buscar la confirmación de la historia. Quien haya leído las páginas originales en el Anexo recordará que las señas que dan los santos sobre desgracias sucedidas a los sacrílegos son tan asombrosas y oportunas como increíbles.

        Esto es astucia. Y, al menos en ese aspecto, han hechos las cosas bien. O se cree o no se cree. Nada de comprobaciones e investigaciones particulares. ¿Para qué? O se tiene fe o no se tiene fe.

.La política del miedo 2

 

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4. La posición geocéntrica del infierno.   La política del miedo 2

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       Hace unos cuantos años, en 1.997, cayeron en mis manos las «Actas de Pilatos», con el Descenso de Jesús a los Infiernos, también llamado «Evangelio de Nicodemo». Era tan poco consistente y tan claro que estaba escrito después de los Evangelios canónicos, que no le di mayor importancia. En versión inglesa está en este enlace.

        Traigo el tema a colación porque también allí se ubica el Infiernos en el interior de la Tierra. Allí las almas de los patriarcas y personajes del Antiguo Testamento muertos antes de Cristo están esperando y sentados en círculo, de modo que el que habla sale al medio, al medio del círculo.

        Esa localización en el centro de la Tierra sigue siendo la idea a medidos del siglo XIX. Por eso los condenados se precipitan en el Infierno, como el que se cae a un precipicio. Por eso, en el ejemplo 6º, y  una vez que la mujer presumida, que iba demasiado a la peluquería, ha dicho todo lo que tenía que decir para general edificación, se abre la tierra y ella se hunde, con toda la recua de animales mordedores, en lo profundo del Infierno.

        El Infierno es real y tiene su lugar, en el núcleo terrestre. Que nadie, pues, se lo tome a broma.

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5. El miedo como política.   La política del miedo 2

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        Diría que cualquier doctrina que ha de apelar al engaño, a inventar historias de miedo, a arrogarse el papel de portavoz de Dios, a decidir a quién castiga Dios y a quién Dios premia, caso de que la Divinidad castigara y premiara, lo que ya es demasiado inventar, con tales prácticas se invalida a sí misma en su conjunto.

        ¿Cuál sería nuestra reacción si, en plena operación de un familiar querido, viéramos, desde nuestra posición más elevada, al cirujano-jefe hurgándose con el dedo en la nariz para, acto seguido, sin guantes ni mascarilla, meter esa mano en las vísceras del enfermo y sacar de allí su hígado (el del enfermo)?

        ¿Qué pensaríamos si al ir a subir al avión en Barajas, viéramos a un señor, con uniforme de aviador y gafas oscuras, dirigirse a la cabina del avión tanteando el camino con un bastón y con un labrador «golden retriver» de color canela asido por la otra mano, y nos dijeran, con toda naturalidad, que era el piloto-comandante de nuestro avión?

        En lo ideológico, en un mundo así vivimos. ¿Que cabe pensar, entonces, de nuestros «guías espirituales», que enseñan las lindezas que hemos leído en las «lecturas edificantes» de ayer? ¿Qué credibilidad puede darse al padre Antonio, autor del «Camino recto y seguro para llegar al Cielo», y a quienes le aplauden?

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        Antonio María Claret (1.807-1.870), fue ordenado sacerdote en 1.835, se dedicó a misionero hasta 1.851. Fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María. Fue arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de Isabel II. Los sectarios cubanos atentaron contra su vida. Murió en la abadía de Fontefroide (Francia) en 1.870. El año 1.950 el Papa Pio XII lo elevó a los altares. (Fuente: Diccionario Básico Espasa. Quince, pág. 393)

        Parece que a los sectarios cubanos no les gustó el libro. A nosotros, tampoco. Pero de ahí  a …

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Enlace al próximo día

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En www.sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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