Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Stress 5

Stress 5

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        Hoy, por fin al día, casi terminaremos esta improvisada y desdichada serie sobre el stress – desdichada por sus orígenes, enquistada la muy maldita en mis propias carnes – esbozando unos intentos de remedios caseros para luchar contra esa nuevo velo insidioso de que se ha revestido nuestra civilización occidental.

        Y, como en el mus, para salir vencedor de la partida, hemos de ser más vivos que el contrario, aunque tengamos peores cartas, que, indudablemente, las tenemos, peores.

        La primera receta que daba yo, pocos años ha, a mis amigos más jóvenes que entraban en cualquier Empresa era ésta: “No te creas nada sobre los plazos de entrega, pero haz como que te los crees”.  Trabaja eficazmente, siendo bueno en tu trabajo. Para eso tienes que llegar a dominar el campo y eso requiere dedicación y no ser un manta. Hay que formarse, desde jovencito, y ser de los primeros de la clase. Ésa es una receta infalible.

        Pero …, lector querido que esto lees, si tu caso no es ése, si no fuiste brillante en tus estudios cuando eras pequeñito, súplelo con dedicación actual, para compensar tu inconsciencia de antaño. Es fundamental ser bueno en el trabajo y así poder sacar el trabajo en un tiempo inferior a la media. No hace falta explicar por qué, hablando de stress.

        Pero esta condición no es suficiente si uno no practica la receta dada, la de no hacer ni puñetero caso al Jefe cuando habla, con semblante desesperado, del plazo que oprime a toda la Empresa y la pone en peligro de extinción. La obligación de todo Jefe – por eso los izan a puesto tal – es ser un mentiroso compulsivo y disfrutar con ello, para conseguir que todos sus subordinados trabajen al 120% de sus posibilidades. Con eso hace méritos antes sus Jefes y tal vez, incluso, lo asciendan. Hay que partir, pues, de la base de que toda la jerarquía está empeñada en inocularte stress. Porque tu stress, junto con el de toda la plantilla, son beneficios para la Empresa.

        Tan importante como no creerse las patrañas sobre los plazos de entrega asfixiantes, es hacer como que te las crees. Nada cuesta poner cara de susto, de desesperación incluso, fingirse uno con el agobiado Jefe y prometerle la máxima dedicación y empeño. Luego uno va a su marcha, no lenta, pero sí al ritmo del 100%, no al del 125%, que es la que da el stress. Y ante los compañeros hay que hacer lo mismo, fingir que uno está volado, pero sólo con palabras.

        Pero aún hay más: Un tercer componente, vital, que es como un seguro de vida, de vida tranquila, fingir padecer stress. Porque si el jefe ve que no padeces ninguno de los síntomas que él bien conoce, se forjará la idea de que no te estruja lo suficiente, de que aún eres tierra virgen, y aumentará la presión, encargándote más trabajos. Sugiero la idea del ahogo y los caramelos. U otra cualquiera que no puedan comprobar que es puro cuento.

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Stress 5

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        Las toses compulsivas, que dijimos días atrás, son uno de los síntomas de que uno está ya conquistado parcialmente por el stress. Si uno asegura sentir en ocasiones una especie de ahogo, que se le pasa sólo si toma inmediatamente un caramelo fuerte de menta, que uno lleva siempre en los bolsillos de todos los pantalones, y se toma uno, ávidamente, sin decir nada, cada dos o tres días, a la vista del personal, sin exagerar, uno ya entra a formar parte de la familia de los currantes estresados. Es muy importante hacerlo como tratando de que a uno no le vean, pero que le vea alguien. La gente trabajadora honrada tiende a sentir esos accesos del stress como una debilidad y procura, con un pudor encantador, ocultarlos. Haz, pues, como que los ocultas, pero que te vean casi siempre tomarte la medicación a toda prisa, cuando el plazo amenaza.

        De hecho, a ese acto, tomar un compuesto que no hace nada, pero que aparenta curar, es algo conocido por los médicos y le llaman placebo. La acción del placebo es puramente mental. La persona va al médico y éste le receta unas píldoras de color azulado que se componen realmente de harina de cereales varios y un colorante. La persona se las toma, piensa que eso le va a mejorar y, efectivamente, siente cierta mejoría. Ha funcionado la sugestión. Y le queda muy agradecida, al médico y a la Medicina en general.

        Esto es válido, y hasta recomendable, si el paciente es un enfermo imaginario y el Médico lo percibe. En vez de gastar dinero del Presupuesto del Estado para ciudadanos malitos en no sabe bien qué medicina, para curar unos síntomas confusos y contradictorios, le manda un placebo y adiós muy buenas.

        Consideremos, entonces, que los caramelos de menta que ingerimos frenéticamente al menor síntoma de ahogo imaginario son un placebo que tomamos para curar a nuestros compañeros de la idea de que nosotros no sufrimos stress. Complicado, ¿verdad? Pero son exigencias del guión. Podían ser peores …

        La mención de los médicos y el Presupuesto me ha recordado una idea malévola, que será el tema del supongo que último artículo de esta serie. Espero que su longitud, la de la serie, no canse al lector, ni la cantidad de peligros que le amenazan y medidas para evitarlos le causen stress, porque sería el colmo y demostraría que tal lector imaginario no tiene cura …

        Realmente, nos falta hablar también del peligro de la promoción, aparente premio que acompaña a una vuelta más de la tuerca del garrote vil sutil que tantos jóvenes ejecutivos sufren y ambicionan a la vez. Y de paso, hablaremos de nivel de vida, pero esto me temo que será como colofón y guinda a una serie con tema miserable, como es ésta.

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Enlace con el próximo día:   Stress 6.

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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