Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Tertulia con Sigma 6

Tertulia con Sigma 6 celebrada entre Fernando Conde Torrens y Sigma

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        Amigo Sigma,

                            Celebro verle de nuevo por aquí y le diré que le considero un prototipo de otros muchos lectores, que leen a diario el blog, y supongo que estarán llegando a conclusiones parecidas a las que llega Vd., aplicando el sentido común.

        Yo también quisiera poder añadir marcas al texto del blog, que está en HTML, pero no puedo. Sólo tengo dos opciones, o escribo o reproduzco documentos. No puedo hacer ambas cosas en la misma pantalla, o al menos no sé hacerlo. Puedo tomar un documento de mi propiedad, escribir sobre él y luego «escanear» el conjunto y ofrecerlo dentro del artículo. O puedo escribir de manera independiente, procurando que el texto quede al lado del texto del documento ofrecido. He hecho ambas cosas y cada una tiene sus ventajas e inconvenientes. Siento que se haya «desojado» con los documentos, pero me temo que no hay más remedio.

         Cuando recibí su mail estaba a punto de resumir las conclusiones de lo expuesto en los últimos días y me agradó ver que coincidíamos en lo esencial, si bien redacté mis ideas a mi aire y luego, con «malos profesores» y «situación interna» terminados, me meto a tener esta Tertulia juntos.

        En efecto, «si bien la posibilidad de perder muchas firmas nos entristece, nos consuela la promesa de un futuro mejor«. Una investigación no acaba nunca y toda investigación consiste en acercamientos sucesivos. Suelo repetirme una máxima que he obtenido de la propia vida:

«Cuando se hace una cosa por primera vez, por definición, se hace mal».

        Se dejan detalles sin prever y algo falla. Pero se puede corregir. Y en eso consiste la siguiente aproximación. Investigar es aceptar equivocarse. La equivocación no debe ser en lo fundamental. Y si lo es, es porque esa dirección era indebida. El investigador tiene que saber reconocer que una senda que tomó no era senda. Si no es así, no está investigando, sino luciéndose ante personas que saben menos que él del asunto. Por tanto, no era un  investigador, sino un gallito presumido.

        Si, como imagino, llega a conclusiones a las que llega el lector medio de este blog, es una satisfacción para mí comprobar que se percibe que esa pérdida de una parte nada despreciable de «pruebas» tiene como contrapartida saber que hemos subido un escalón y en lo sucesivo se podrá aplicar el análisis a textos más fiables. Y, además, se podrá comprobar cuál fue el objetivo de la transmutación del texto, el cambio de estructura.

        Las tres posibilidades que apunta están, a mi entender, totalmente centradas: O se quiso esconder firmas, o se quiso esconder otra cosa o no se quiso esconder nada. Sobre esta tercera posibilidad, de ser las cosas inocentes y claras, me sorprende que no se exponga así y que, en lugar de airear la ligera mutación realizada por el eventual caballero, se digan cosas del texto primero que no son ciertas, como que no tenía puntuación. Y tampoco se sabe de dónde viene esa cantidad de signos de puntuación, que tienen forma de las comas de hoy, que inundan el texto griego reproducido por todos los Editores, en consenso universal.

        Le animo a plantear esas conclusiones de terceros sobre el Apocalipsis, porque me dará ocasión de hablar tal vez de la interpretación que cabría hacer de todas las «sagradas escrituras«, incluidas las griegas, sobre los dioses del Olimpo. Adelanto algo: Si todo lo tomamos en lenguaje simbólico, estamos en la misma onda que todo autor de textos sagrados. Lo que sucede es que si somos capaces de captar su simbolismo, ya no tenemos nada que aprender y los textos sagrados nos resultan superfluos. Si les llamamos sagrados, es porque aún no sabemos captar sus metáforas.

        Me gustan los presocráticos mucho más que la barbaridad apocalíptica, y tengo escrito un libro sobre ellos, que espero editar algún día, así que le responderé encantado. Ésos sí que eran Maestros. Y apenas usaban simbolismo, por eso me gustan tanto, porque son claros como el agua, ésa que fluye continuamente.

        Me he reído mucho con la prueba que me manda sobre la escritura desordenada. Por mi parte, y en una charla, les comentaba a unos compañeros que no es tan difícil leer un texto escrito sin vocales. Era a raíz de que en hebreo bíblico se escribía sin vocales. Eso no es totalmente cierto, porque había tres letras mudas que hacían el papel de vocales, para la vocal «a» y para la «o» al menos. Nosotros tenemos una letra muda, la «h», que a veces es muda y otras veces altera el sonido de otra letra, la «c», si se coloca tras ella. De modo que también nosotros tenemos nuestras reglas raras. Y también nuestra escritura se podría haber planteado sin vocales. Y se entendería perfectamente. Como su escritura desordenada me ha recordado mi ejemplo de escritura sin vocales, pongo ambos ejemplos en este enlace.

        Y aquí lo dejamos, amigo Sigma. Cuando tenga tiempo ya me comentará sobre el Apocalipsis (brrrr…) y sobre los presocráticos, viejos amigos míos. Un fuerte abrazo.

                Fernando

 

Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En www.sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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