Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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El mundo

Más de una vez se oye, o se lee, la idea de que hay que hacer el mundo mejor, un mundo sin injusticias, sin diferencia de clases, sin Norte y Sur … La idea es bienintencionada, comprensible, pero en ella subyace un planeamiento erróneo. Es utópica e innecesaria, pero, sobre todo, es contraria a la Realidad.

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Veamos. No sólo defenderemos que tenemos el mundo que merecemos, sino que tenemos el mundo que necesitamos. Necesitamos este mundo, con todas sus imperfecciones, para poder cumplir nuestras misiones. Claro que para adentrarnos en la esencia del problema del mundo y de cómo es, es necesario superar la idea de que el objetivo supremo sea la igualación de niveles de vida en el planeta. Si nos limitamos a considerar el desarrollo o el progreso desde el punto de vista material, la igualación del nivel de satisfacción material – un mundo equitativo, con justicia distributiva, sin pobres ni ricos en exceso – sería la meta deseable. Pero entonces estaríamos ignorando y dando la espalda a todo el plan sutil, a lo que todos nos hemos forjado antes de bajar. Y eso sería no ya una equivocación, sino volver las cosas del revés.

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En nuestro planeta hay, todavía, seres con muy poca Evolución. Personas que en cuanto a lo sutil están en la época de las cavernas. Y debe haber condiciones cavernícolas para que los tales tengan ocasión de superar sus elementales asignaturas pendientes. Y hay seres algo más evolucionados, que necesitan un ambiente de nivel similar para dar los pasos siguientes y mejorar a un nivel no tan deficiente. Y así hasta los seres con más nivel evolutivo.

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Cuando todos estábamos al nivel de las fieras, el mundo era adecuado a nuestra escasa Evolución. Conforme algunos griegos accedieron al Conocimiento, fueron dejando por escrito como se hacía   eso. Y fundaron Escuelas de Sabiduría, para que los alumnos de esas Escuelas lo tuvieran más fácil y aprendieran sin necesidad de darse “coscorrones” con la vida.  Siguió habiendo cavernícolas y predadores, pero también había ocasión y libros para formarse y progresar, los que venían suficientemente maduros como para dedicarse al tema éste de la Evolución.

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El mundo

      El mundo

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Suponiendo que en un futuro no queden ya en Occidente humanos cavernícolas, ni predadores, ni seres poco evolucionados, el mundo se habrá transformado a consecuencia de ese gran avance de toda nuestra sociedad y las desigualdades sociales se habrán aliviado, porque no habrá ya explotadores, ni personas sin conciencia. Pero ese mundo se dará cuando TODOS los occidentales hayan superado ya la edad de las cavernas.

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Estos ejercicios de imaginación tienen por objeto mostrar que el mundo al que venimos va en paralelo con el nivel de Evolución de sus habitantes. Que el mundo es el reflejo del nivel de Evolución, pero no del humano menos evolucionado, ni del más adelantado, ni tampoco del nivel medio, sino que abarca todos los intervalos de nivel de Evolución. Y que cada persona de un nivel de Evolución determinado encuentra el “caldo de cultivo” adecuado para cumplir él su misión de pulimento y superar las taras de que aún no se ha librado.

. El mundo

Veámoslo con otro ejemplo, éste a nivel individual. Una persona que tiene un determinado Trauma Nuclear, que se ha propuesto superar, puede elegir nacer en un entorno en que esa agresión – por ejemplo, rechazo – se le ofrezca casi desde el principio, en un hogar deformante [Ver un artículo posterior, titulado “Deformaciones”, cuando aparezca] y tener que superar esa agresión. Otra persona que no tenga ya Trauma Nuclear pendiente, no tendrá necesidad de nacer en un hogar opresivo y podrá – digámoslo así – permitirse el lujo de elegir un hogar con padres tolerantes, que no tengan que ayudarle a superar nada traumático y le apoyen en su libre crecimiento interior.

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El mundo en el que vivimos hoy – y siempre ha sido así – es le reflejo de todos nuestros niveles de Evolución. Es el “caldo de cultivo“ que necesitamos para cumplir cada uno nuestra misión. Nuestro objetivo auténtico no es mejorar el “caldo”, sino utilizarlo con arte para mejorarnos a nosotros mismos. Así, en un infinitésimo -es cierto – pero estamos cambiando el mundo. Aunque de ello, como de tantas otras facetas sutiles, ni nos demos cuenta.

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Foto: Cortesía de MJC.          Siguiente artículo: Longevidad.


Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «Año 303. Inventan el Cristianismo», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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