Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Julio crítica textual

Julio crítica textual

 © Copyright  Fernando Conde Torrens, el 7-7-2.005

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        Este es otro de los archivos desaparecidos en el verano de 2.012 por una incursión ajena en nuestro almacén. Pero como es un tema de opinión, un editorial de la casa, no tiene sentido dejarlo vacío. Si aparece dicho original, lo repondremos. Si algún lector lo conservara, cosa harto sorprendente, le pedimos nos lo envíe.

        Dábamos un pequeño repaso a lo que los especialistas llaman «crítica textual», queriendo dar a entender que es crítica hecha de los textos neotestamentarios, para tratar de encontrar la texto original.

        Aquí debemos distinguir varios enfoques del asunto éste de los textos. Si habla el Teólogo y lo hace de cara al pueblo, como si fuera desde un púlpito, su postura, comprobada en la práctica, es que, aunque se dan variaciones ínfimas en las distintas versiones, éstas no ponen en riesgo, ni varían, dogma alguno de la Santa Madre Iglesia. Por tanto, los fieles pueden estar tranquilos que su fe tiene buena base.

        La postura de los supuestamente estudiosos es que las variantes afectan a unas pocas palabras y que no tienen importancia. Son los clásicos errores de copistas, etc., etc. Pero si se hace un análisis detallado, si uno pierde horas y horas comparando frase a frase, palabra a palabra, los capítulos de cualquier Epístola o Evangelio, se da cuenta de que las variantes son miles, docenas de miles, incluso cientos de miles. En un artículo del que no tomé la referencia, un  estudioso honesto afirmaba que hay del orden de unas 200.000 variantes distintas. Y por eso se han inventado el oficio, carrera, o prebenda, de «crítico textual».

        Un crítico textual, como todo científico que opere en un campo en el que no hay unas leyes claras, además de felicitarse por tener la ocasión de lucirse ante la Humanidad posterior ya que es pionero en algo nuevo, debiera trabajar para encontrar dichas leyes, y los demás críticos debieran ponerse de acuerdo, o en aceptar, o en rechazar tales propuestas, sustituyéndolas por otras.

        Esto si eso de la «crítica textual» fuera una Ciencia seria. Pero no es así en la realidad. Lo que los supuestos «críticos textuales» hacen es adherirse a una determinada combinación propia, tomando esto de aquí, lo otro de allá, y lo siguiente de acullá, y dar a luz su versión – o visión – personal del Nuevo Testamento original. Y los legos, los editores, los estudiosos sólo pueden apostar por éste «crítico textual» o por aquel otro, en función de sus poco fundadas opiniones.

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Julio crítica textual

Papiro P66. Inicio del Evangelio de Juan. Colección Bodmer.

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        No es por sacar faltas a los santos que no son de nuestra devoción, pero la impresión que aquí sacamos es que con la llamada «crítica textual» se ha pretendido hacer lo mismo que con la Paleografía, dar gato por liebre, dar a luz un apaño y motejarlo de Ciencia. Cuando una cosa y otra sin simples opiniones personales, sin otro valor que el poder decir: Fulano opina que el Nuevo Testamento Original es como él lo dejó escrito; ahora bien, Mengano defiende que es como lo puso él en su obra; y así, cada «Zutano» y cada «Perengano» tienen su propio parto personal. Y los Editores eligen «pues yo me quedo con Mengano» y ya está.

        Si la ascendencia de los supuestos «críticos textuales», si sus credenciales, o CV., fueran un aval de su objetividad, podría pensarse que tal vez alguno pudiera a dar en el clavo. Pero, desgraciadamente, la pituitaria no da pie a sostener tal confianza. Lo va a ver el lector en los próximos artículos. Los «críticos textuales» históricos tienen toda la pinta de ser la Voz de su Amo.

        Pero, lo que es más grave, no saben percibir ni los indicios más evidentes de que hay mil cosas raras en el Nuevo Testamento. Leyendo el mismo con «ojo clínico» – «ojo clínico» que hay que poseer para investigar en el mundo de las ideas, o de lo contrario mejor es quedarse en casa a hacer calceta – uno no puede menos de darse cuenta de que el Apocalipsis, petardo donde los haya,  no pudo salir de las mismas manos de las que salió el Evangelio de Juan, libro con algunas escenas de una gran belleza lírica y profundidad conceptual. Y nadie musita ni la más leve protesta de tamaño desatino …

        El camino elegido ha sido fijarse en la letra pequeña, en si tal palabra está en nominativo, acusativo o ablativo; en si la preposición es «ad» (como en adjurar, ejemplo de nuestro propio idioma) o es «ab» (como en abjurar,  ejemplo de nuestro propio idioma) y en cosas sin ningún fuste, importancia, ni fundamento. Eso son las variantes, y, claro, hay muchas, miles.

        Defendemos aquí que estamos en presencia de otra distracción, de otra comedia organizada para vestir con la aureola de Ciencia algo que no obedece a las leyes a que obedece toda Ciencia, leyes que sus científicos van paulatina e inexorablemente descubriendo. Invitamos al lector a que lea atentamente las biografías de los más ilustres «críticos textuales» y que se fije en un par de comentarios sobre el valor de lo que se ha descubierto hasta el presente. Nótese también la no continuidad en el tiempo y los escasísimos especímenes que puede mostrar extraña Ciencia de la crítica textual.

        Una vez más, nos encontramos con indicios razonables, pero no con pruebas. ¿No querrán los dioses que algún día aparezca alguna …?

Enlace con el próximo día.

Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano. En http://simonoperamagna.blogs.com/  hay comentarios y más información sobre este libro.

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