París 8 Hugo Capeto Roberto el Piadoso Luis Sexto
© Copyright Fernando Conde Torrens, el Viernes 9-1-2.009
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1. Entra París en la Historia de la mano de Julio César. Uno de los pueblo galos, los Aeduos, llama en su ayuda a Roma.
2. Roma, con Julio César, expulsa a los Helvecios y, a petición de los Aeduos, derrota y expulsa a los germanos de Ariovisto.
3. Cuando Galos y Romanos quedan solos, la Galia se rebela contra el invasor, amigo de los Aeduos y de unos pocos más. César sitia Alexia.
4. César toma Alexia, pacifica la Galia, celebra su triunfo en Roma y deja paso a Octavio, que será Augusto perpetuo. La Galia es ya una provincia.
5. Nada importante sacude París hasta la llegada del César Juliano, que en París es proclamado Augusto. Con los bárbaros, una nueva etapa.
6. Reinan en Francia los merovingios y luego los carolingios, mientras los vikingos hacen correrías casi cada año.
7. Comentarios sobre los periodos pasados.
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Y aquí entra Hugo Capeto – en esta historia mía.
Cayo César, romano, – Calígula sería;
su padre, siendo niño, – botitas le ponía
cuando en el campamento – con el padre vivía
y la Legión entera – cariño le tenía
al niño que unas botas – igual que ellos lucía.
Y es que en latín “botitas” – “caligula” sería.
De igual modo, “Capeto” – “capa” decir quería,
“capita” que el buen Hugo – vestía cada día
cada vez que bajaba – a orar a la abadía.
No sobre muchas tierras – tuvo soberanía;
de Paris hacia el Norte – seguro no tendría
más allá de tres leguas – en que no faltaría
a la verdad diciendo – “toda esta tierra es mía.”
Por el Sur, algo más; – mas cierto que no habría
ni veinticinco leguas. – Orleáns de vigía
sus dominios tenían. – Mas tuvo picardía
y al obispo de Reims – en el bote tenía.
Pues era este arzobispo, – sólo él, el que debía
coronar la cabeza – que a Francia regiría.
En el Norte de Francia – es cierto que no había
señor más poderoso – que más huestes tenía
que Hugo. Cuando Luis V – murió de cacería
vio llegado el momento – y pensó “ésta es la mía.”
Adalbero era el nombre – que el obispo tenía
y hablando con señores – feudales a porfía,
ya en el claustro del templo – o ya en la sacristía,
convenció a suficientes – que bien se debería
elegir un monarca, – puesto que rey no había,
y puestos ya en el trance – él sin duda debía
apoyar al Capeto, – de quien él respondía.
Como con pocas tierras – de adorno ser podría,
el rey Hugo Capeto – obtuvo mayoría
y en Reims fue coronado – con gran algarabía.
Para evitar que el trono – a otra cabeza iría
cuando en Reims aún ecos – sonaban todavía
de la gran ceremonia – en que rey se le hacía,
a Roberto, su vástago, – Adalbero le ungía
como rey de la Francia – si su padre moría.
Tuvo Hugo que hacer frente – a una guerra tardía,
su tío el carolingio – la corona exigía,
y como Hugo Capeto – menos huestes tenía
recurrió a los obispos. – El de Lorena había
conquistado Laón – y en la ciudad dormía;
un grupo mercenario – de noche raptaría
al de Lorena y luego – a Hugo lo entregaría.
Y Carlos de Lorena – fue a la mazmorra fría
do, dejado de todos, – bien pronto moriría.
Al obispo el fiel Hugo – se lo agradecería,
le resolvió una guerra – que perdida tenía.
La unión mitra-corona – se fortalecería
cuando Hugo a los de Cluny – su apoyo prestaría
para que su reforma – en Francia triunfaría.
Lo que pudo el Capeto – a su París pulía,
mejoró las murallas – y poco a poco haría
que fuera la más bella – ciudad que en Francia habría.
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Francia bajo Hugo Capeto, rayado con cuadrícula
(Fuente: L´Histoire de France. Tomo I. Paris, Librairie Hachette et Cie, 1.877.)
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Pasan quinientos años, – varios meses y un día
y Felipe II – por fin decidiría
abandonar Toledo – y hacia Madrid se iría,
porque viera a su padre, – que la gota tenía,
que tanta cuesta mal – bajaba y mal subía
y en Madrid, como es llano, – ni una cuesta existía
y ello, por si la gota – al tiempo aparecía.
Por tamaño retraso – digo yo que sería
que a París en belleza – Madrid no ganaría.
Y tras Hugo Capeto – que inició dinastía
vino su hijo Roberto – que era bien diferente.
Que Roberto tenía – un gusto persistente
por cantar en la iglesia – un día y al siguiente.
Buena voz sí tenía, – penetrante y potente,
y tenía modales – de pío y penitente,
fue Roberto el Piadoso – al decir de la gente.
En cuanto a matrimonios – no fue muy diligente:
Casó con una viuda – que encima era pariente,
prima carnal, por eso – clamó con voz potente
el obispo de turno – de un púlpito saliente.
Se quedó con la prima – pero al año siguiente
el Papa lo excomulga – y fulminantemente.
La excomunión de Roberto el Piadoso. Jean-Paul Laurens. Museo de Luxemburgo
(Fuente: Histoire de France Illustrée. Tomo I, des origines a 1.610. Paris, Librairie Larousse, hacia 1.912.)
Y aunque Roberto intenta, – por cierto, astutamente,
camelar al Papado – haciendo una imponente
Capilla en su Palacio – que dedica, ferviente,
al buen San Nicolás – el Papa no consiente
la unión anti-natura. – El rey, que es muy consciente
del real abolengo – y por su prima siente
amor y es caballero, – dejarla no consiente;
restaura y embellece – una ruina indecente
que hizo un rey merovingio – llamada San Vicente
y San Germán de Prés – muestra elegantemente
su torre que se eleva – majestuosamente
a la izquierda del Sena – según va la corriente.
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Como el Papa no cede – ¡ay!, el paso siguiente
es dejar a la prima – y hacer un conveniente
matrimonio, que agrade – a aquel Papa exigente.
Quizás su nueva esposa – le dé así el descendiente
que un lustro con su prima – no vio Dios conveniente …
Constancia de Toulouse – fue su esposa siguiente;
era hermosa, era rica, – de familia pudiente,
pero con muy mal genio, – mas tuvo el eximente
de dar cuatro varones, – lo cual es suficiente,
a la saga Capeta. –
Paisaje medieval
(Fuente: L´Histoire de France. Tomo I. Paris, Librairie Hachette et Cie, 1.877.)
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Cien años han pasado.
dos reyes sin gran lustre – vinieron y han marchado,
ahora reina Luis Sexto, – el que será apodado
Luis El Gordo, del pueblo – muy querido y amado
porque de bandoleros – sus reinos ha limpiado,
nobles de pacotilla – y algún asalariado
que roban las gallinas – que llevan al mercado
el campesino simple, – inerme y desarmado.
MIL CIENTO VEINTICUATRO. – En París ha fundado
la Escuela Episcopal, – donde se han ya enseñado
Gramática, Retórica – Dialéctica, de un lado,
y, luego, Teología, – como estaba mandado.
La futura Sorbona, – Luis VI la ha fundado,
aunque el que le dé el nombre – falta, aún no ha llegado.
Ha hecho el Gran Chatelet – y halo ya destinado
al Alcalde, o Preboste, – que allí se ha ya mudado,
y el Petit Chatelet, – de piedra, amurallado,
que bate el Petit Pont – del norteño costado,
que a defender París – el rey se ha dedicado,
inicia una muralla – que deje cobijado
todo París, las calles – que se han desarrollado
a lo largo del Sena, – de un lado y otro lado.
Y en esta gran muralla – puertas ha colocado
por do pasen carretas, – las gentes y el ganado.
Su hijo será Luis Séptimo – ¿quién lo hubiera dudado?-
y en tiempo de Cruzadas – claro, se ha hecho cruzado
aun cuando su Cruzada – poca cosa ha logrado.
A París hase vuelto – mustio y desanimado
y el Castillo del Temple – no sólo ha edificado,
sino que lo ha vestido – y lo ha muy bien dotado,
y una Leprosería – también ha edificado,
y el muy Santo Hospital – de San Gervasio, al lado,
con camas, do dan sopa – al que está a su cuidado.
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La Casa del Temple en París
(Fuente: Histoire de France Illustrée. Tomo I, des origines a 1.610. Paris, Librairie Larousse, hacia 1.912.)
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Continuará …
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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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