Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Confidencias de Eloy

Confidencias de Eloy

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Confidencias de Eloy

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                 «Ayer tuve una reacción emocional muy profunda e intensa (al menos para lo que yo suelo ser). En un momento en el trabajo fue como si sintiese en la piel el cariño de haber estado abrazado a mi pareja (como lo había estado 2 días antes) y empecé a sentir y recordar constantemente la canción “Gaurkoan ere”, de Zea Mays, que había escuchado por la mañana.

 

                 Cada vez el recuerdo de esa melodía se fue haciendo más intenso. Llegué al coche y mientras volvía a casa del trabajo fui escuchando la canción (unas 3 veces).

 

                 Hasta que llegué al garaje y fue como si mis pensamientos o imágenes de mi mente acompañasen a la música, como si visualizase la emoción que provocaba la música. Me vinieron a la mente unas referencias del texto hindú Bhagavad Gita y sobre todo unas palabras del Gitanjali de Tagore, un verso en el que mencionaba cómo le canta, lleno de emoción, a Dios.

 

                 Y la sensación que me fue llegando en ese caso era como si fuese Dios quien le estaba “cantando” a mi chica a través de mí, a través de la emoción que estaba sintiendo con esa música.

 

                 También me venía la imagen de como Dios “florece” a través de nosotros. Como si fuésemos una flauta a través de la cual toca su melodía. Algo así como si esa música que estaba escuchando estuviera apuntando, o me hiciera sintonizar, con algo eterno y trascendente.  Y al sentirlo, hiciera que Dios se “expresase” en mí, o a través de mí.

 

                 La emoción me pudo y comencé a llorar. Llegó un punto en el que ya no fue ni necesario escuchar la música. Simplemente, sentir esa emoción, que era más bien Devoción. Visualizar esas imágenes (y recordar mentalmente la música), me hacía llorar.

 

Después de un tiempo, ya más calmado, volví a casa, comí, y al de un rato escuché otra vez la música y poco a poco volvieron las emociones y las sensaciones.

 

                 Escuché la canción en bucle (7 u 8 veces) y lloraba cada vez (pero la sensación era muy muy dulce). Hasta que llegó un punto en el que ya la cosa se fue calmando un poco y luego ya volví a cierta normalidad.

 

                 Hoy he vuelto a tener cierta sensibilidad muy especial con la Música (con otra canción), pero no de ese calibre.»

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Conexiones con los Guías

                 «Recuerdo como en uno de los peores momentos de vida me sentía totalmente atrapado por una serie de sentimientos negativos, que habían brotado desde algo muy profundo en mí. Me sentía muy desorientado, no entendía muy bien gran parte de esos sentimientos negativos y veía que pasaba el tiempo y parecía que esa sensación no desaparecía. Llegué a plantearme seriamente si gran parte de esas sensaciones y circunstancias que entonces me hacían sentirme tan mal llegarían a ser permanentes en mi vida.

 

                 Por esa época había empezado a identificar las primeras señales de los Guías, o sincronicidades. En mi caso, solían tener relación con números.

 

                 Seguramente porque así resultaba más fácil ver que eso que intuía como señal, efectivamente lo era. Ya que calculaba las probabilidades de que se diera de forma casual, y podía ver que se solían dar ciertas referencias que desafiaban la probabilidad estadística.

 

                 Pues bien, un día que volvía del trabajo, nada más arrancar el coche, me pregunté sinceramente si conseguiría salir de las circunstancias y el estado anímico en el que me encontraba. Y si era así, deseaba una señal clara.

 

                 Como el trayecto era bastante largo (unos 100 kilómetros), me quedé con esa idea, aunque tampoco le di muchas vueltas.

 

                 Pero de repente, al de unos 20 minutos, fue como si la mirada se me fuera al cuenta-kilómetros. Y vi como el kilometraje pasaba de 279.999,9 kilómetros a 280.000,0 y pensé: “¿Será la señal?”.

 

                 De por sí ya era algo muy llamativo. Pero lo fue mucho más cuando, al de uno o dos segundos, me adelantó por la izquierda un coche cuya matrícula era 9999.

 

                 En otros momentos he tenido otras señales, de tipo numérico, bastante claras. Generalmente, más que una respuesta, parecen ser un recordatorio de que alguien está ahí y quiere recordártelo. Pero jamás algo tan claro, y tan improbable, como lo vivido en aquel trayecto de vuelta a casa.»

 

                 Espero que pueda resultar útil a otras personas.

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