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Egipto Antiguo 83 Julio César desembarca en Alejandría

Egipto Antiguo 83 Julio César desembarca en Alejandría, y recibe la noticia de la muerte de su antiguo enemigo a manos egipcias.

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© Copyright  Fernando Conde Torrens, el Viernes 24-5-2.013

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        En el artículo anterior hemos visto la preocupación de Cleopatra VII por la postura de Roma ante la ayuda que ella había dado a Pompeyo, el vencido en Farsalia. Era frecuente el caso de que el vencedor castigara de alguna manera a la ciudad o reino que había ayudado a su enemigo.

        La primera noticia siguiente a la muerte de Pompeyo la tuvieron los habitantes de Alejandría. Cuatro días después de la muerte de Pompeyo, a media tarde del 2 de nuestro mes de Octubre, una flota romana se acercó al gran puerto de Alejandría. La petición romana de permiso de entrada al puerto fue más orden de facilitar la entrada que siquiera petición formal. A una flota de más de 4.000 hombres de armas y romana no se le podía negar el permiso de entrada.

        Concedida éste, los romanos desembarcaron en los muelles de la capital del reino ptolemaico. A su mando iba el propio Julio César, que desembarcó con dos naves más en el Puerto Real. Allá le esperaba el Faraón, flanqueado por Potino y Teodoto. Aquilas había quedado en Pelusio, para hacer frente a cualquier eventualidad. A César acompañaba una centuria de legionarios, a la cabeza de los cuales marchaban los portadores de los fasces, la insignia romana que indicaba que César iba a Egipto en misión oficial y que tenía imperium, actuando en nombre de Roma.

        Hechos los saludos oficiales, César se interesó por su rival Pompeyo, de quien sabía que se había refugiado en Egipto. Fue el momento en que triunfalmente, el Faraón, sonriente, hizo una señal a Potino y éste, a un soldado de su guardia, quien mostró sobre sus manos una bandeja con la cabeza de Pompeyo, que se había conservado en un helero y estaba ya verde-amarillenta. Aún conservaba los rasgos de su antiguo dueño. Potino mostró a su vez el anillo a César. Eran todas las pruebas de que Pompeyo había muerto a manos egipcias.

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Pompeyo el Grande (106-48 AEC.)

Egipto Antiguo 83 Julio César desembarca en Alejandría

(Fuente: ROMA. Legado de un Imperio. Tim Cornell y John Matthews. Ediciones Folio, 1.993)

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        Tanto el Faraón como Potino esperaban ser felicitados por César y que éste mostrara señales de alegría en el rostro. No fue así. La primera reacción por parte de César fue de sorpresa. Luego, un ramalazo de ira se pintó en su rostro.

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    – ¿Quiénes eran aquellos insignificantes egipcios para disponer de la vida de un triunviro romano? pensó.

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        Pero pronto la ira fue dominada y sustituida por el dolor. Dolor por la imagen que se forjó en la mente de César, de un Pompeyo asesinado por la espalda, posiblemente sobre el mismo muelle que él estaba pisando. Una honda emoción le subió por la garganta a Julio César y notó que sus ojos empezaban a reflejar su estado anímico. Se volvió hacia sus hombres, no queriendo que aquellos viles egipcios fueran testigos de su emoción. Se recuperó con rapidez, porque tampoco quería que sus legionarios advirtieran su debilidad. Se secó la frente y las mejillas, sudorosas, con su capa y se rehizo por completo. Volviéndose y con el rostro inexpresivo ordenó a su ayudante que tomaran ambos objetos para darles el destino que se merecían. Dijo a sus interlocutores.

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Cayo Julio César (100-44 AEC.)

Egipto Antiguo 83 Julio César desembarca en Alejandría

(Fuente: ROMA. Legado de un Imperio. Tim Cornell y John Matthews. Ediciones Folio, 1.993)

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        – «Mis hombres se instalarán en las cercanías de nuestras naves. Colocaré un retén en el Faro y en los muelles del Puerto. Instalaré un perímetro en torno a nuestro campamento, lindando con el Puerto. Mis hombres tienen orden de no molestar a ningún egipcio y contamos con vuestra colaboración para esta misión.»

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        Hizo un pequeño lapso. Ni ordenaba, ni pedía asentimiento. Era la forma de hablar de Roma con los reinos amigos.

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        «Por otro lado, el testamento de vuestro padre me obliga a dirimir los enfrentamientos que sé que se dan en vuestro reino. Supongo que esperabais este arbitraje de Roma …»

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        Y quedó con la mirada fija en el Faraón, aunque la pregunta iba dirigida a Potino. El joven Ptolomeo XIII se volvió hacia su mentor. Éste, sin abrir la boca, hizo una reverencia afirmativa. Como respuesta César giró bruscamente sobre sus talones y marchó de nuevo hacia la nave. El Faraón y Potino no se dieron cuenta de lo que el romano sentía, pero, aunque fueron conscientes de que su plan había fallado, no comprendían la razón.

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        «A estos romanos no hay forma de entenderlos» se quejaba amargamente Potino en sus adentros.

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        Ésta iba a ser la primera queja que Potino tendría de los romanos. Seguirían otras.

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Enlace con el próximo día: Egipto antiguo 84. La diplomacia de César.

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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