En «Aceptar la propia Historia Mundo helenístico 42″ veremos comentarios sobre quienes se niegan a aceptar su Historia, como si fuera posible negarla.
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© Copyright Fernando Conde Torrens , el viernes 18-2-2.011
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La verdad es que iba a terminar hoy esta mini-serie sobre el Altar de Pérgamo, pero he leído un artículo en un medio de comunicación que me empuja a unas reflexiones sobre lo de «aprender de la Historia», viejo lema de esta Web.
Como ya se ha dicho, evitamos la crítica, como evitamos hablar de política en esta Web. Se trata de analizar hechos e intuir o barruntar las motivaciones de los protagonistas de tales hechos. Y eso nos debe estar permitido, por aquello de que todos los adultos somos responsables de nuestros actos.
Parece ser, a la luz de los hechos comentados – sobre los que corremos, al mismo tiempo, un tupido velo – que hay personas muy lanzadas, muy convencidas de sus ideas, muy expansivas, que sólo aceptan la parte de la Historia que es favorable a sus ideas, la parte de la Historia que corre paralela a sus opiniones. Cuando la Historia de hace 500 años, por un decir, no favorece o se adapta a la postura que hoy – 500 años después – adoptan esas personas, esa Historia no es aceptada, se rechaza, no se aceptan las consecuencias que se han dado, que son pasado ocurrido.
Aquí opinamos que rechazar el pasado (pasado que no tiene vuelta de hoja) no es una postura acertada, lógica, racional, adulta. Equivale a engañarse. Aunque el afectado parezca no verlo así. Y supone una debilidad a nivel interno: No se tiene la fuerza interna suficiente para aceptar que las cosas sucedieron como ciertamente sucedieron.
Por descontado que aquí sentimos lástima por los hispano-romanos del siglo V que sufrieron el atropello de los jinetes germanos. Pero ese dolor no nos hace despreciar a los alemanes de hoy en día.
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Una Historia que no se puede negar
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Y lo mismos sentimos por los iberos, celtas y celtíberos que fueron malamente masacrados por las Legiones romanas, mandadas por ambiciosos cónsules o pretores. Pero no odiamos por eso a los italianos modernos.
Y no nos agradó la invasión de las tropas de Napoleón, que se hicieron con la ciudadela de Pamplona fingiendo una batalla entre ellos a bolazos de nieve en un frío invierno local. Pero no por eso despreciamos a Francia y a sus habitantes.
De no aceptar lo que ha pasado se deriva una intolerancia pueril hacia los vecinos que, en el pasado, nos invadieron. Y esa intolerancia vuelve a actualizar «la ley del vecino» en este siglo XXI. Que para sociedades que – desgraciadamente para ellas – viven aún en la Edad Media «la ley del vecino» está plenamente vigente en el magín de sus dirigentes, y sientan desprecio por el pasado que no corre paralelo a sus creencias religiosas o ideas políticas, pase. Aún tienen que remontar siglos y esa labor … es larga. Pero nosotros, europeos, ocidentales … please, no retornemos a las edades oscuras …
No aceptar el pasado, sea el que sea, es como rebelarse contra el tatarabuelo, ya difunto. Pudo ser un mal bicho, cierto. Pero tiempo han tenido el bisabuelo, el abuelo y el padre para enmendar tal comportamiento. Y, si no lo han hecho, ahí estamos nosotros para conformar nuestra vida de acuerdo a nuestras posibilidades, sin echar la culpa de nuestras carencias al malvado tatarabuelo. Hacerlo sería cuando menos irreal y podrían aplicarse más calificativos, que, por ser negativos, evitamos.
No es de recibo en pleno siglo XXI luchar por las propias ideas utilizando para ello la Historia, respaldándonos en la Historia. Las ideas de hoy se defienden con hechos de hoy y aceptando la Historia de siglos atrás. Una Historia que a nadie fue siempre favorable. Pero no por ello debe crear filias ni fobias.
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Enlace con el próximo día: Pérgamo y Cartagena. Mundo helenístico 43.
………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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