Carcassonne romana
© Copyright Fernando Conde Torrens
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Introducción
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¡Carcassonne, qué maravilla
de ciudad amurallada!
Por ser medieval y típica
es también muy visitada,
así que hay que madrugar
y llegar muy de mañana –
entre las diez y las once
es hora más que apropiada –
porque luego, a mediodía,
llega siempre la oleada
de turistas japoneses,
de moros con su chilaba,
de familias numerosas
de la abuela acompañadas,
y no hay quién dé medio paso
ni saque foto adecuada,
todo repleto de gente
que no te deja ver nada.
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Carcassonne a las 5 de la tarde
(Fuente: Colección particular.)
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El Neolítico
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En el cauce del Aube – suele a veces soplar
un viento huracanado, – el Cers, que hace temblar
a todo ser que agarra – en su deambular.
Es el viento del Norte, – que empieza su viajar
en los lejanos Alpes, – de do quiere aportar
su aliento congelado, – pues nació en un glaciar.
A veces sopla el Austro – que viene de la mar,
do el Aube echa sus aguas – y va a desembocar.
Es a veces caliente – y otras suele llevar
oscuros nubarrones – que suelen terminar
en lluvias de verano – que pasan sin tardar,
con muchos rayos, truenos – y relampaguear.
Los vientos antes dichos – no dejan de soplar
en la vasta llanura – que vienen a habitar
desde tiempos remotos – quienes quieren cazar
ciervos, gamos, conejos, – que suelen abundar.
También labran la tierra – para recolectar
legumbres y verduras, – además de llevar
sus cabras, sus ovejas, – por el campo a pastar.
Los hay más avispados – que van a aprovechar
que en medio de una ruta – está el dicho lugar,
ruta que tierra adentro – conecta con el mar,
del que llegan productos – con los que comerciar,
o sea, vender caro – y barato comprar,
De los barcos que llegan, – los que logran llegar –
del Líbano, de Egipto – o de cualquier lugar,
en los muelles se encuentran – tejidos que comprar,
especias, jarros, vasos, – que vender o cambiar
por metales, por oro, – con el que negociar
con los mil comerciantes – que uno puede encontrar.
La vida era sencilla, – común el trabajar;
Los hombres no sabían – que estaban por llegar
los volscos tectosagos – que van a dominar
los montes, las llanuras, hasta el linde del mar.
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Muralla y palenque de Carcassonne
(Fuente: Colección particular.)
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Los galos
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Los volscos tectosagos – invadieron un día
Carcassonne y su llano, – do esta gente vivía.
Del Macizo Central – la tribu provenía,
un país donde reinan – las nieves y la umbría.
Clima áspero forjaba – al joven que crecía
y tornaba un guerrero – al que antes no moría.
Eran altos, robustos – y grande su bravía;
la fuerza de las armas – era su hegemonía.
Eran pocos y fuertes – y esta raza tenía
dominados a todos, – a los que sometía.
A sus dioses guerreros – rendían pleitesía
ofreciéndoles oro – que otra gente extraía
en el Central Macizo, – en una galería.
Por eso Estrabón dijo – que en su ciudad había
almacenes repletos – de oro de gran valía,
(aunque él exageraba – cierta razón tenía).
El anterior poblado – pucheros producía
para cocer las habas – que la gente comía,
conformados a mano – con burda artesanía.
El volsco sus vasijas – con arte las hacía,
usaba arcilla fina – y allí adornos ponía.
El tectosago, empero, – no en el lujo vivía;
cultivaba sus campos – y de ellos extraía
más productos incluso – que quien le precedía.
Tenía sus rebaños – y de caza salía.
Recogido ya el grano, – a mano lo molía
y un pan tierno y hermoso – a su prole ofrecía.
Al lado de su casa – sus cerdos mantenía
y los sacrificaba – cuando el frío venía.
El buen guerrero volsco – conocer no podía
que la lejana Roma – progresaba y crecía;
a los cartagineses – al final se imponía
y muy pronto a la Galia – sus ojos volvería.
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Carcassonne en el siglo IV A.C.
(Fuente: Carcassonne. Historia y arquitectura. Jean-Pierre Panouillé. Éditions Ouest-France, 1.999.)
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La República romana
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Este tipo de verso – se usó frecuentemente
en tiempos medievales, – no en la época presente.
El juglar recitaba – sus versos lentamente
y a veces los cantaba, – tañendo de repente
laúd o pandereta, – al gusto de la gente.
Es difícil de hacer, – lo que el inteligente
lector ya habrá notado – y ello rápidamente –
mas tiene la ventaja – de que muy fácilmente
lo aprende de memoria – la más obtusa mente.
Por eso se usó tanto – un tanto antiguamente,
cuando nadie leía – y el pueblo solamente
sabía las noticias – sin libros, oralmente.
Así pues los romanos – llegaron prontamente,
antes de la era nuestra – el año ciento veinte.
Domicius Enobardus, – cónsul de la naciente
Roma, con dos legiones – y victoriosamente,
recorriose la Galia – montado en imponente
elefante africano, – lo que fue sorprendente
para todos los volscos – y para toda gente
que la Galia habitaba. Y así, sencillamente,
pensó que ya la Galia – era un rico presente
que al Senado romano – pondría largo el diente.
Fue recibido en triunfo – y él, elegantemente,
dejó hacer al Senado – lo que era conveniente.
La calzada romana – surgió adecuadamente
para enlazar a Roma – con Galia y Occidente,
de Narbonne a Toulouse, – pasaba casualmente
de Carcassonne al lado – y ello muy felizmente
promovió la ciudad – y el comercial ambiente:
La tasa por el vino, – que era de uso corriente
entre la aristocracia, – suponía una ingente
entrada de dinero, – lo que era conveniente
para los mercaderes – y gente prominente.
Fue por eso que Roma – se impuso fácilmente.
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……….Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «Año 303. Inventan el Cristianismo», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://sofiaoriginals.com expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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