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Egipto antiguo 34 y Ptolomeo V Epifanes 1

Egipto antiguo 34 y Ptolomeo V Epífanes 1, o la reacción de un pueblo engañado

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© Copyright  Fernando Conde Torrens, el Lunes 28-1-2.013

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        * Ptolomeo V Epífanes  (205-180 a.C)

        En el anterior artículo hemos visto cómo terminó sus días Ptolomeo IV y la labor de zapa que hicieron los dos ministros malévolos, Sosibius y Agatocles, buscando perpetuarse en el poder. Parecía que su plan era perfecto, pues ocultaron la muerte del anterior Faraón hasta matar también a su esposa, Arsínoe III. Ésta se había negado a que la administración total de Egipto la llevaran Sosibius y Agatocles, a los que conocía bien. Esa negativa le costó la vida. El anuncio al pueblo de ambas muertes coincidió con la proclamación oficial del ascenso al trono del hijo, Ptolomeo V, de sólo cinco años de edad.

        El equipo de Sosibius y Agatocles trató de curarse en salud, librándose de quienes podían reaccionar ante su jugada maestra. Hicieron dos listas. Una con los puestos más importantes del Imperio ocupados por personas que no gozaban de su plena confianza. Y otra con partidarios suyos a quienes promocionar a los puestos de los primeros. Decretaron los edictos necesarios para destituir y desterrar a los que figuraban en la primera lista, nombrando en su lugar a sus partidarios. Con eso, pensaban, se aseguraba el poder hasta la mayoría de edad del pequeño Faraón. Luego, ya verían.

        El destierro de tantos dignatarios no pasó inadvertido en los reinos circundantes, adonde los desterrados partieron. El rey de Macedonia, Filipo V, y Antíoco III Megas eran dos perros de presa y no podían recibir mejor regalo que la situación de debilidad por la que atravesaba Egipto. Sin dejar pasar más tiempo, Antíoco armó un ejército y comenzó a ocupar las plazas que limitaban con Egipto, haciéndose en pocos meses con la CeleSiria, objeto de tantas disputas entre ambos reinos. Pensando más a medio plazo, mandó emisarios para pactar con el rey de Macedonia, Filipo V, la conquista conjunta de todas las posesiones egipcias en Asia Menor y en el Egeo.

        Pero volvamos a Egipto. Mientras estos desastres militares se producían, algunos mandos militares partidarios de Agatocles – que ahora estaba en el poder tras la dimisión por edad de Sosibius el año 202 – se inquietaron e instaron al todopoderoso ministro Agatocles a que organizara un ejército para oponerse a la previsible invasión del Seleúcida. Pero éste, intuyendo que un ejército egipcio podría repeler la agresión, como ya hiciera Ptolomeo IV en Rafia, y luego volverse contra él mismo, se negó.

        Se dieron contactos entre gobernadores de varias ciudades, tratando de acordar una postura común. Cuando la red era lo suficientemente extensa, a juicio del gobernador de Pelusio, Tlepolemus, la ciudad más cercana a la ya perdida CeleSiria, y la primera que recibiría el ataque del monarca sirio Antíoco III, éste organizó una fuerza con todos los partidarios que pudo, y, convenientemente aleccionados, los armó y se dirigió, seguido de su hueste, hacia el Oeste, a la Ciudad, a Alejandría. Allí impondría la sensatez que Agatocles no mostraba en favor de Egipto.

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Mapa del Antiguo Egipto, con Pelusio y Alejandría

Egipto antiguo 34 y Ptolomeo V Epifanes 1

(Fuente: ATLAS ANTIQUUS. Dr. Henry Kiepert. 3ª edición, Berlín, 1.890. Dietrich Reimer)

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        Mandó emisarios a Heracleópolis, Tanis, Mendes, Xois, Sais, Cabasa y Cherea de forma escalonada: Cuando llegaba a una ciudad, que ya había sido advertida, mandaba su proclama a la siguiente y sólo a ella. Con ello trataba de evitar que alguien pudiera adelantarse y advertir a Agatocles. Descansaba un día en cada ciudad, para acoger a cuantos quisieran sumarse a su tropa. La indignación popular por el desastre a que estaba llevando a Egipto la política ambiciosa y ciega de Agatocles hizo aumentar su hueste de día en día. Así rezaba la proclama de Tlepolemus, según un manuscrito antiquísimo, partido en tres trozos, que ha llegado a esta redacción:

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Al pueblo egipcio

Como somos un pueblo tan pazguato

que cuanto se le dice se lo cree;

como somos ingenuos y atontados

que no tienen ni dos dedos de frente;

como unos servidores del Estado,

infieles con Egipto, se enriquecen,

y en lugar de buscar el bien de todos –

como buscar debieran y procede –

buscan favorecer su patrimonio,

aprovechando ese poder que tienen,

el pueblo llano, de los tales harto,

ha decidido derrocar las leyes

con que los tales el poder se dieron

y que rija el país otros poderes.

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No más “Guardián del Niño”, que es un traje

que oculta la ambición de quien lo lleve.

Que en vez de corrupción y de amiguismo

en la tierra de luz, esa luz reine.

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La Justicia será nuestro camino,

pero eso habrán de hacerlo ya otros seres.

La saga de validos y ministros

se terminó, porque su olor ya hiede.

No sólo cambiaremos las personas,

y que otras vengan y el abuso empiece:

Es un cambio total el que queremos,

con otras normas y con nueva gente.

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Camina con nosotros, pueblo egipcio,

y que esta marcha a la Ciudad te lleve.

Cambiaremos las leyes que nos rigen,

pues con leyes podridas no se puede –

ni con hombres corruptos – ser un pueblo

como los dioses ancestrales quieren.

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Terminemos con esta pantomima

para que el mundo entero nos respete.

Ra guarde al Faraón por muchos años,

mas que de Egipto nadie se aproveche.

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Enlace con el próximo día: Egipto antiguo 35 y Ptolomeo V Epífanes 2.

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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