«Egipto Antiguo 44 y Ptolomeo VIII Evergetes 3″ con la tension máxima entre Cleopatra II y el Fiscón.
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© Copyright Fernando Conde Torrens, el Viernes 22-2-2.013
Como hemos visto en el artículo anterior, Ptolomeo VIII tenía muy mal genio, por no decir que era un monstruo sin entrañas. Da la impresión de que si Cleopatra II tuvo que aceptar sin rechistar la muerte de su pequeño Ptolomeo VII Neos Filopátor, tal vez porque no se sentía segura en Palacio, en esta ocasión tenía más fuerza y armó el lío padre. La bigamia de su esposo y hermano, el Fiscón – es decir, su nuevo e inesperado matrimonio con su propia hija, Cleopatra III – fue la gota que colmó el vaso, o la excusa que encontró Cleopatra II para tratar de deshacerse de su odiado esposo. Cleopatra II consiguió apoyos en Egipto, y se declaró una solapada guerra civil. Guerra que iba a obligar a Ptolomeo VIII a abandonar la capital, Alejandría, que apoyaba a la reina, mientras que el campo le apoyaba a él.
Por los años 132-131 AEC., Cleopatra II soliviantó a los alejandrinos contra el Faraón. Éstos incendiaron el Palacio real. Ptolomeo VIII, su nueva esposa y sus hijos tuvieron que salir huyendo en dirección a la isla de Chipre. Con el Faraón huido, la capital coronó a Cleopatra II como su reina. Pero el campo permaneció fiel a Ptolomeo VIII y la guerra civil fue ya declarada. Cleopatra, deseosa de cerrar el acceso del trono a su esposo, proclamó Faraón a su hijo, tenido con Fiscón, Ptolomeo Menfites. Tenía éste 12 años. Con ello pensaba que su esposo quedaba frenado.
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Bailarinas ante el Faraón. Pintura funeraria
(Fuente: La cultura del Antiguo Egipto. EDIMAT Libros. Quantum Books Ltd.)
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Pero Cleopatra II no conocía bien a su hermano. Sin preocuparse de que fuera su hijo, Ptolomeo VIII movió sus hilos desde Chipre y dio orden a sus partidarios en Alejandría para que capturaran al muchacho, lo mataran, lo descuartizaran, y se lo enviaran en un paquete a su madre. Y así se hizo.
La muerte por descuartizamiento era el castigo que recibían antiguamente los acusados de traición. El hecho de haberse puesto al lado de su madre y contra él lo excluía de ser hijo suyo. Era un enemigo, un traidor. Mil setecientos cincuenta años más tarde François Ravaillac, el asesino de Enrique IV de Francia, sufrió la misma suerte.
Claro está, al fallar con la guerra civil el control del Faraón sobre el aparato administrativo, las cosechas dejaron de recogerse, al menos en parte, los canales de riego dejaron de mantenerse abiertos y la ruina y la pobreza se fue extendiendo por Egipto. Esto no le convenía a Roma, que dependía cada vez más del trigo egipcio. Desde Chipre, Fiscón mandó emisarios a Roma para que ésta le ayudara a recuperar el trono de Egipto, que la arpía de su mujer le había arrebatado.
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Egipto. Litografía de David Roberts, de hacia 1.846
(Fuente: La cultura del Antiguo Egipto. EDIMAT Libros. Quantum Books Ltd.)
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Cleopatra II, desesperada, mandó emisarios al vecino Imperio Seleúcida para ofrecer a su yerno, Demetrio II – casado en segundas nupcias con su hija, Cleopatra Zea – el trono de Egipto. Pero el Imperio Seleúcida llevaba más tiempo que Egipto siendo víctima de luchas dinásticas familiares, según hemos visto ya aquí. Y estaba en un proceso acelerado de desintegración. No era ya lo que había sido. Demetrio II Nikator, a pesar del apodo, Vencedor, no fue capaz sino de tomar la ciudad fronteriza de Pelusio, pero de allí no pudo pasar.
Entretanto, las gestiones del Fiscón con Roma dieron su fruto y una embajada romana llegó a Alejandría para hacer saber a Cleopatra II que tenía que permitir la vuelta al trono de su esposo o se vería enfrentada a Roma. Esto sucedía el año 127. Cleopatra II tenía 58 años. Estaba cansada. Cansada, pero decidida a no saber nada con el monstruo de su marido. Partió para Siria, junto con su hija, Cleopatra Zea.
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Brazalete de oro con pasta de vidrio en colores. Diosa Mut. Pirámide de la necrópolis real de Meroe
(Fuente: Antiguo Egipto. MC Guidotti – Valeria Cortese. SUSAETA Ediciones, S.A. 2.002 )
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Enlace con el próximo día: Egipto antiguo 45 y Ptolomeo VIII Evergetes 4.
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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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