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Egipto Antiguo 77 Plan B para Pelusio

Egipto Antiguo 77 Plan B para Pelusio, o lo que es igual, que la corrupción juegue a favor de la causa.

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© Copyright  Fernando Conde Torrens, el Viernes 10-5-2.013

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        En el artículo anterior hemos visto como el primer plan de Cleopatra VII se esfuma en el aire, al descubrirse sus planes de atacar Pelusio

        Pero Cleopatra no se rindió. Escuchó en silencio y con el ceño fruncido las novedades que su Comandante le daba. Y quedó en silencio un buen rato. Paseaba por la estancia principal del palacio donde residía, en Ascalón. Cavilaba. No era una mujer hermosa. Pero era inteligente y en sus ojos brillaba una luz especial, como si tuvieran vida. Este efecto era aún mayor cuando exponía sus ideas. Lo hacía con una vehemencia y una ingenuidad extremas, convencida de que todo cuando decía sería realidad en breve plazo. «Compraremos al gobernador de la ciudad. Él nos facilitará la entrada.« Presbus propuso reclutar más mercenarios. Pero Cleopatra le atajó: «No hay tiempo.«

        Ella sabía que contaba con el apoyo incondicional de sus sirvientes. Confiaba sobre todo en sus sirvientas. Estaban dispuestas a dar la vida por ella. Rápidamente había forjado un plan. Enviaría a dos de sus sirvientas para que entraran, por separado, en la ciudad. Su primera misión sería enterarse de la catadura del gobernador, si era leal al Faraón o un oportunista. Con la información que ambas proporcionaran, ella forjaría un plan de acción.

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Dibujo de David Roberts. Templo de Kom Ombo en tiempos de Napoleón

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(Fuente: Antiguo Egipto. Atlas Ilustrado. María Cristina Guidotti, Valeria Cortese. Ediciones Susaeta, 2.002)

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        Esto retrasaba el momento de entrar en acción. Presbus alabó y expresó todo su apoyo al plan de Cleopatra. «Nunca he tenido una causa tan perdida« pensaba para sus adentros. Las doncellas elegidas se acercaron a media mañana del día siguiente a las puerta oriental de la ciudad, la llamada «Puerta de Gaza«. Entraron en la ciudad sin ningún problema, pasando al lado de media docena de soldados que la guardaban. Los hombres eran registrados, buscando armas o mensajes escondidos entre las ropas. A las mujeres ni las miraron. 

        Al atardecer regresaron con la información deseada. El gobernador era un degenerado. Había dejado a su mujer en Menfis y se había venido con media docena de concubinas, que alternaban con muchachos sirios en los gustos del gobernador. Además, había tejido una red de favoritos y alcahuetes, que le tenían al día de todos los negocios que se realizaban en la comarca. Ello le permitía intervenir en su gestación y reclamar una jugosa comisión de la transacción, bajo la amenaza de sufrir una denuncia y acabar en la cárcel. Cleopatra sonreía al recibir la noticia. Con un gobernador tan ambicioso la solución parecía al alcance de la mano.

        Redactó una corta misiva, que una de sus sirvientas debería hacer llegar al gobernador, suficientemente vaga como para no comprometer a su portadora, caso de ser descubierta. Se presentaría como una criada enviada por la esposa del gobernador, recién llegada de Menfis. Debería dar un recado confidencial al gobernador. El escrito debería ser conocido sólo por él. En el escrito sólo se requería el permiso para iniciar un negocio del que el gobernador obtendría importantes beneficios para su futuro. La portadora sería la misma persona. Y llevaría un objeto identificador de valor, con forma de escarabajo real. 

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Cleopatra VIII pintada por G.A. Rochegrosse en 1.890

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(Fuente: Antiguo Egipto. Atlas Ilustrado. María Cristina Guidotti, Valeria Cortese. Ediciones Susaeta, 2.002)

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        La misión se cumplió con éxito y el permiso, recibido. Cleopatra sabía que debía excitar la codicia del sujeto, hacerle acariciar la recompensa antes de que conociera la acción que se le pediría a cambio. La siguiente misiva fue verbal. El gobernador recibiría, en pago a cierta acción que podría realizar sin riesgo de su vida, ni coste para su persona, dinero suficiente como para vivir el resto de su vida, un total de cuatro kilos de oro, en lingotes con la marca de la casa real. El gobernador no supo contener su sorpresa al recibir la información de la supuesta criada de su señora. Pero, cauto y desconfiado, pidió una semana para reflexionar. Todavía no conocía lo que se le iba a pedir.

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Enlace con el próximo día: Egipto antiguo 78 La derrota de Pompeyo cambia la situación.

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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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