El Imperio Seleúcida 10 bajo Seleúco IV Filopator (187-175)
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La victoriosa guerra de Roma contra Antíoco III Megas, guerra que comenzó cuando Antíoco III Megas invadió Tracia, Macedonia y Grecia, cambió todo el panorama que los descendientes de los Diádocos, los generales de Alejandro Magno, habían tenido hasta ese momento. Estaban acostumbrados a un juego a tres dentro del tablero imperial creado por Alejandro. Normalmente se aliaban dos contra uno, o guerreaban aisladamente en ocasiones. A partir de la paz de Apamea, resultado de la batalla de Magnesia, hay una tercero, lejano, pero todo-poderoso, Roma.
Y Roma, potencia predominante, va a mover los hilos y favorecerá a uno o a otro, según sus conveniencias. Buscará, como hace toda potencia dominante, debilitar con sus apoyos a sus futuras víctimas. Y cuando éstas sean suficientemente débiles, se hará con ellas y les sustraerá la personalidad jurídica: Las convertirá en provincias de su Imperio, o, para ser más exactos, si del Imperio Seleúcida se trata, en provincias de la República romana.
El Imperio Seleúcida se eclipsa prácticamente con el hijo de Antíoco III Megas, Seleúco IV Filopator. Tuvo que dedicar su reinado, que duró doce años, a recoger dinero de debajo de todos los ladrillos del Imperio para pagar esos 15.000 talentos que Roma exigió en Apamea. Ya dijimos el día pasado que un talento eran unos 30 kilos de oro. De forma que la indemnización a pagar a Roma era nada menos que 450 toneladas de oro. Así es como se hace un Imperio. Y ésta es la razón del aumento de un Imperio, que se hace a costa de sacarles hasta las entretelas a los reinos vecinos.
A todo esto, Roma había exigido, cosa que será frecuente, que el hijo menor del rey vencido, de nombre Antíoco IV, como su padre, fuera enviado a Roma como rehén. Y a Roma se fue el hijo menor, mientras su hermano mayor buscaba completar la indemnización. El hijo de Seleúco IV, llamado Demetrio I, también fue enviado más tarde a Roma en calidad de rehén. Eso explica que el rey, Seleúco IV se desvivía por complacer a Roma, donde tuvo retenidos, primero a su hermano, Antíoco IV, y luego a su hijo, Demetrio I.
Como están apareciendo nombres nuevos, casi la mitad se llaman Antíocos y la otra mitad Seleúcos, bueno será que mostremos la genealogía parcial de los nuevos protagonistas. El número sobre las fechas de reinado dan el orden de sucesión. A Antíoco III Megas (ver diagrama) le sucede su hijo mayor, Seleúco IV Filopator. A éste, su hermano el rehén, Antíoco IV Epífanes. A Epífanes, el del lío con los Macabeos, le sucede su hijo, Antíoco V Eupator. Pero a éste, a los dos años de reinar, lo asesina su primo Demetrio I Sóter, el también rehén en Roma. Y a éste le sucedió un impostor, que se hacía pasar por hijo del gran Antíoco III Megas, Alejandro Balas.
Es decir, que en cuarenta años reinaron cinco monarcas, a ocho años por reinado. Como se ve, esto es una degeneración de Imperio. Fue la causa interna de su declinar. ¿La externa? Roma, claro …
¿Y qué fue de Seleúco IV Filopator, el recaudador de por vida? Pues que doce años después de suceder a su padre, seguía sin terminar de pagar la indemnización. Mandó a su ministro, Heliodoro, a Jerusalem, para que saqueara el Templo y le llevara lo recogido, para pagar a Roma. Pero, al igual que hiciera Filotero de Paflagonia, pero éste en vida de su amo, Heliodoro, dueño temporal de tanto dinero, decidió darle otro uso que el que el amo tenía pensado y, a la vuelta, asesinó a Seleúco IV Filopator. Era el año 175 AEC.
Como se ve, Seleúco IV Filopator no hizo realmente nada … no tuvo ocasión …
La moraleja pudiera ser que hay que tener mucho cuidado con a quién le confías sumas importantes de dinero. Porque hay dos escalas, en esto de la economía: La escala personal y la escala institucional. Poco importa que la institución sea el Reino, el Imperio o la Empresa. Hay dos escalas. Y para una economía personal, las cifras de la escala institucional son impresionantes, deslumbrantes, tentadoras. Filotero, el escaso, y Heliodoro, el amigo del oro, son dos buenos ejemplos.
En la Historia de Atenas hay otro ejemplo de un tesoro que desapareció, que se perdió, yendo de aquí para allá … El dinero era de Alejandro Magno, y nunca apareció. Mezcla de escalas, simplemente.
Se me quedó en la manga …
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Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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