Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Mi biblioteca 6 Libros religiosos

Mi biblioteca 6 Libros religiosos

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© Copyright  Fernando Conde Torrens, el Lunes 28-9-2.009

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        No es respondiendo a un Cometario muy reciente, sino que el tema tocaba ya.

        De poco serviría enseñar mis libros, diciendo que me agrada tenerlos, si no fuera capaz de transmitir la causa de ello. Como algún lector sabrá ya, insisto en querer saber cómo se escribieron los Evangelios. Si fueron sus autores quienes siempre se nos dijo o si no fue ésa la historia.

        Mis averiguaciones particulares indican que la historia que se nos ha contado no se ajusta a la realidad, que no es la historia verídica. Hay detalles muy importantes, diría, que no han visto la luz. En esto de averiguar cómo vieron la luz realmente los textos del Nuevo Testamento no estoy solo; hay una pequeña brigada de investigadores independientes que están tratando de demostrar cuál fue la verdadera historia, la verdadera génesis de los Evangelios.

        Hay una línea de investigación que apunta a Egipto. Los conceptos religiosos egipcios tienen mucho que ver con nuestras creencias, de modo que quienes escribieron los Evangelios, según esa línea, tomaron prestados cantidad de ideas del antiguo Egipto, cantidad de detalles, cantidad de conceptos. El Nuevo Testamento fue, según esos autores, una creación literaria, hecha por sacerdotes o monjes del dios Serapis, según una información que me ha llegado recientemente, o de otros dios, o de ningún dios, según autores algo anteriores a éste último mencionado.

        Otra línea de investigación apunta que hubo un tal Pablo, oscuro predicador del siglo I, que predicó una salvación mística en base a unas ideas existentes en el Helenismo y que siglos más tarde Constantino reelaboró tales doctrinas hasta darles la forma que tuvieron en Nicea, el año 325.

        Mi modesta aportación apunta a que ni Pablo ni Jesús fueron personajes históricos, es decir, que nunca existieron, y que Constantino ex novo (partiendo de cero) y a través de terceros, evidentemente, hizo construir toda la ideología cristiana, a base de escasas dosis de Sabiduría, gran cantidad de milagros, visión mágica y fuertes dosis de misterios, ritos muy del gusto de la época. Esta línea es compatible con la primera antes citada, la de la inspiración egipcia, pero no lo es con la segunda. O hubo un Pablo de Tarso en la Historia o no lo hubo; no pueden ser ambas cosas ciertas.

        Pues bien, en esta búsqueda de la verdad de una cosa, de la génesis neotestamentaria, que a eso llama el diccionario «investigar», es donde entra en escena la biblioteca de libros antiguo. Lo primero que hice fue prepararle sitio. La otra pared de mi flamante despacho, que antaño había sido dormitorio, con un traslado feliz que logré se hiciera, y preparé para biblioteca. En todo este espacio deberían caber una parte de los libros que ya tenía y los nuevos que comprara.

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La parte más decente de mi biblioteca.

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        Puesto que estaba estudiando la ideología cristiana, compré libros de qué se había enseñado en épocas pasadas en el tema religioso. Habrá lectores que no lo sepan, pero al cambiar la sociedad, cambia la predicación que se expone en las iglesias. Cambia sutilmente. Y yo quería saber no lo que ahora se expone, porque la sociedad no admite ya ciertos extremos, sino lo que se predicó desde siempre, cuando la Iglesia tenía poder omnímodo, a través de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y primera mitad del siglo XX. Que son 450 años, que no son una tontería.

        Puesto que he afirmado algo, debo poner algún ejemplo de cosas de las que ahora no se habla en los púlpitos, en las predicaciones de los domingos, y que eran expuestas hace cincuenta años tan sólo. Ahora no se habla del pecado mortal, ni de morir en pecado mortal e ir de cabeza al infierno, y para toda la eternidad. No se menciona la expresión «la Santa Madre Iglesia«, ni se mencionan los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, que vimos recientemente que eran cinco. No se habla de hacer ayuno y abstinencia los Viernes de Cuaresma, ni se hablan de las indulgencias que se ganan haciendo visitas al Santísimo el Viernes Santo. Ni es obligatoria la asistencia a misa diaria antes de clase en colegios confesionales, ni bajar de la clase a la capilla a confesar un día a la semana. Ahora no se organizan misiones para toda una ciudad, realizada por predicadores con barbas venidos de fuera, como la que viví en Vitoria el año 1.961. En todas las parroquias a las 8 había misión y los padres de los niños y jóvenes de entonces acudían en masa, las iglesias se llenaban y a todo se les metía el miedo en el cuerpo con las visiones más atroces del infierno y los castigos de allá, aún peores que los que los comunistas propinaban a los sacerdotes y cristianos en Rusia. Y éstos sí se podían describir.

        Como ejemplo de cosas pasadas hoy de moda pero vigentes hace 50 años, creo que son suficientes.

        Cuando la sociedad hispana se ha puesto en contacto con la europea gracias al turismo, cuando la cultura se ha extendido a las generaciones adultas, cuando el nivel tecnológico te pone en contacto con medio mundo, o con el mundo entero, todos los conceptos que antaño pululaban, dejan de ser admitidos y, consecuentemente, dejan de ser predicados. Y como he vivido ese cambio, quería saber cómo eran las cosas en la Iglesia cuando estaba en España vigente el Santo Tribunal de la Inquisición, que los franceses cuando tomaron el poder en 1.802 o por ahí, se apresuraron a eliminar como poder fáctico, aunque todavía sobreviviría en este país unos veinte años tras la salida de los franceses, más modernos que nuestros antepasados de la época.

        De ahí que me compré colecciones de sermones del Padre Bourdaloue, del Padre Masillon, la España Sagrada, del Padre Flórez, la Historia Universal de la Iglesia, de Alzog , el Año Cristiano, de Croisset, y otros muchos sermones e historias.

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Seis tomos de la España Sagrada de los Padres Flórez y Risco, de la Orden de San Agustín.

Mi biblioteca 6 Libros religiosos

(Fuente: Colección particular.)

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         A propósito de estos libros, vea el lector que, aun siendo de la misma obra, son ediciones diferentes. Fueron editados de 1.766 a 1.818. El de la derecha de la foto se encuadernó en pergamino y lo escribió el Padre Flórez. El que le sigue, en piel negra, es una encuadernación moderna. Lo compré así y es lo que comento de que una encuadernación moderna hecha en una tienda le quita todo el sabor antiguo a un libro. Los otros cuatro, aun siendo encuadernaciones diferentes, conservan el sabor a libro antiguo, como lo tiene el de pergamino.

        Los libros que siguen miden 10 cm. de ancho por 17 de altura. Es ésta una medida muy frecuente en libros de los siglos XVII y XVIII. En los siglos XV y XVI solían ser más pequeños, en general. No obstante, los voy a dejar en tamaño superior porque se aprecia mejor los dorados, las cabezadas en dos de ellos y cómo los libros están más estropeados por su base que en la parte superior. Creo que ello se debe a que, al coger el libro, el futuro lector lo saca de la estantería empujando hacia fuera por la parte inferior, que es adonde llega mejor. Y acaba cargándose el trozo de piel de esa parte. Nótese que los nervios son salientes, no hundidos, como pudiera parecer a primera vista.

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Los Sermones de Masillon, Obispo de Clermont (Francia) hacia 1.745.

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(Colección particular.)

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        Un mérito complementario de estos tres libros es que los ha editado la Viuda de Estienne e hijos. Pocos lectores recordarán aquella historia del caballero teutón que numeró los Evangelios y todo el Nuevo Testamento mientras iba en caballo de París a Lyon., no de Roma a Lyon como se dice en el verso El caballero que dicen que hizo eso era Robert Estienne, editor parisino cuyos sucesores siguieron editando libros en la antigua Lutetia, luego París. Y la viuda e hijos de un descendiente del ya lejano Robert, que vivió allá por 1.455, seguían editando libros en París en 1.745, casi trescientos años más tarde. Los tres mostrados son de esa Editorial.

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Portada de uno de los libros anteriores a tamaño algo superior.

Mi biblioteca 6 Libros religiosos

(Colección particular.)

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        Otro libro que no podía faltar en mi biblioteca religiosa es la colección que había en todas las casas piadosas, menos en la mía, cuando un servidor era pequeño. Ordenados por meses, según la celebración, ¡¡todos los santos de la Corte celestial!! Los mártires me iban a ser de mucha ayuda. Tengo que buscar la historia de Santa Juliana. En breve espero hablar de ella. Por la época, encuadernación modernista, con gofrados, dorados y relieves.

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Colección Año Cristiano, de 1.862.

Mi biblioteca 6 Libros religiosos

(Colección particular.)

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        También, claro está, me compré Biblias. Primero en castellano. Años atrás había tenido en mis manos un Nuevo Testamento de Torres Amat, pero se me escapó, por demasiado caro y economía escueta. Por fin logré la Biblia completa. Ésta sin la decoración de Gustavo Doré, pero que también servía. El tomo que falta, del Nuevo Testamento, no me cabía en la pantalla del escaner. Es encuadernación modernista, propia de la época.

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Colección de seis tomos de la Biblia de Torres Amat, 1.886.

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(Colección particular.)

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          Pero la Biblia en castellano más de fiar es otra anterior, la de Felipe Scío, de quien Torres Amat copió la mayor parte del aparato crítico para adornar su edición. Son seis tomos que, si coloco sobre el escaner lo aplasto, de modo que sólo escanearé uno. Las Biblias anteriores a la de Scío son, que yo sepa, la Complutense, de Cisneros, y la Biblia Real, de Arias Montano, a las órdenes de Felipe II.

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Un tomo de la Biblia de Felipe Scío, de 1.844.

(Colección particular.)

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        Y, desde luego, Biblias en latín. Ya he mostrado una, la de Nicolao Pezzana. Tengo alguna más.

        Me interesaron más las Biblias en griego. Y logré encontrar medio Nuevo Testamento de Arias Montano, que está en latín y en griego. Este pequeño librito, mide 7´5 x 11´5 cm., medidas típicas del siglo XVI, es uno de los más caros de mi colección. Viene de Estados Unidos, adonde fue a recalar a lo largo de los siglos, y de donde volvió sumisamente cuando pagué los 450 euros con que lo adquirí en eBay, en puja con magnates de la industria americana, digo mal, estadounidense.  Realmente contiene desde Hechos al Apocalipsis, ambos inclusive, en griego y latín. Para que se pueda leer mejor, repito la imagen más grande a continuación.

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Colofón y tapa de la segunda parte del Nuevo Testamento de Arias Montano. 1.571.

    

(Colección particular.)

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Colofón de la Biblia de 1.571 (M D LXXI) de Benito Arias Montano (Benedictvs Arias Montanvs)

(Colección particular.)

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        La verdad es que el libro más caro de mi biblioteca fue la Biblia de Nicolao Pezzana, que se llevó mis ahorros de casi un año, 1.200 euros. La compré en una Librería de antiguo de mi ciudad.

        Bien, hay más libros de tema religioso, pero creo que con lo dicho uno puede hacerse una idea de por qué están los tales en mi poder. Leer un libro de ideología es transportarse a la época en que fue escrito, entrar en la mente no sólo del autor, sino del público al que iba dirigido, público permeable a las ideas expuestas en el libro.

        Pero comprendí que tener sólo libros religiosos rebajaba la calidad del asunto, así que me hice con libros contemporáneos de los libros religiosos que ya tenía. Y aquí entró la nueva temática a investigar. Pero de eso y de mis pocos libros de Patrística, de los Santos Padres, de los fundadores del Cristianismo, personajes del siglo IV, hablaré el miércoles próximo.

        Tal vez algún lector se sienta sorprendido al leer que he comprado libros de los Santos Padres, de San Agustín, San Jerónimo y otros del mismo tenor. Desde hace mucho y al leer un libro quien esto escribe no comulga con las ideas expuestas en el libro. Se puede leer un libro con sentido crítico y percibir que es lo que el autor quiere decir, nada más. Tampoco hace falta creer que el autor se cree lo que escribe. Lo que escribe es simplemente lo que quiere y decide escribir. Y, siendo así, no hay ninguna contraindicación para leer a autor alguno. Basta con no ser permeable a su jerga.

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Enlace al artículo siguiente

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……….  Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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