Tertulia con alguien que ignora las respuestas
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obteniendo la siguiente imagen:
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Fernando Conde Torréns hace 1 minuto
@David Uziel Mejia Ha hecho Vd. lo que todos … He entrado en este sitio haciendo una pregunta. «¿cómo puede defenderse de Antonio Piñero?» Su frase, con la pregunta, tenía 18 palabras.
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………. Yo le he respondido con 4 párrafos totalizando 191 palabras. Y a las 5 horas Vd,. vuelve a intervenir en este sitio. Y afirma, haciendo caso omiso a cuanto le he respondido:
………. 1º: «pienso que lo que dice es un tanto conspiranoico». Pero que Vd. lo piense no significa sino eso, que Vd. lo califica así.
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………. 2º: «cuesta creer que … este diciendo cosas reales». Ahora se refiere a que Vd. crea o no crea algo que no conoce a fondo en absoluto. Una investigación, caballero, no es para creerla o no creerla. Eso, los dogmas. Una investigación se demuestra, y se ofrecen pruebas. Pero Vd. no las conoce, y a pesar de no conocerlas no se las cree. Lo equivoca todo.
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………. 3º. Termina con «quisiera verlo en un debate con… Antonio Piñero. Hasta ver no creer». Y dale con creer … Carece Vd. de criterio científico. Cuando alguien presenta un Tesis nueva, lo único científico que se puede hacer es analizarla y una de dos: O se la rebate con argumentos de peso, o se la acepta como verdadera. Toda otra postura es anti-científica. La suya lo es.
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………. P.D.:
………. Me han gustado tanto sus intervenciones que, con mis respuestas, forma ya parte de una Tertulia en mi Web. Vuelva cuando quiera.
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Un saludo cordial don Fernando. Nuevamente yo, pero esta vez por acá leyendo a objetores suyos desinformados. Me considero también uno que no leyó su libro, aunque no porque lo evitase, sino porque sencillamente no tengo dinero por ahora y porque maniobrar tarjetas nunca me ha dado confianza, lo seguiré lamentando por el momento. Paso a compartirle algunas inquietudes:
1°. Me sorprende bastante, motivo que tuve para escribirle por acá, que no reconozca yo entre sus objetores o comentadores ni uno solo que se interesase por el desempeño filológico y crítico del libro Katá Jristianóon, de Porfirio de Tiro. Cuando digo ‘desempeño’ significo la relevancia que parece tener este texto para reconocer la existencia del NT antes del año 303. Porque, aunque tengamos pruebas documentales e históricas de que la ideología cristiana comenzó a fraguarse en el 303, la lógica nos advierte de la mere probabilidad de que los Evangelios no estuviesen completos hasta después del año 306-307. Una vez le observé don Fernando que parecía sospechosa de precipitación la creencia de que entre el año 303 y 305 (año de la muerte del célebre discípulo de Plotino) se redactaran los 4 Evangelios, Hechos de los Apóstoles y Epístolas de Pablo, toda vez que ya figuran sus citas en el polémico libro de Porfirio. No obstante, llegó en mi auxilio un hecho que sí es irrefutable:
2. Resultó ser que en dos videos en los que se entrevista a su persona, uno de los cuales le remití a usted en un correo que le envié para que se refiriese a esas declaraciones hace ya tiempo, se asevera que la redacción total de los Evangelios comenzó el 306-307… ¿qué dice la lógica de sentido común? Don Fernando, usted me respondió que había actualmente serias dudas acerca de la autenticidad de origen del libro de Porfirio, con todo haría falta comprobación de dicha hipótesis alterna y que no la haya aún no socava su tesis, pero no la convierte en conocimiento.
3. Siempre dentro de la lógica de sentido común, que no es tan común porque es crítico también, me sigo cuestionando que la distribución de las copias de los «textos sagrados» en occidente no levantara apenas inconformidad por una sospecha de fraude. Empero, es posible que yo carezca de otras informaciones históricas al respecto.
Afortunadamente tengo para mí que la religión cristiana es una ficción fraguada históricamente por las mismas incoherencias narrativas que los autores introdujeron en una época en que no existía la grabadora de voz y que pensadores como Porfirio y Celso desnudaron.
¡Salud señor Conde!
Es que es Vd., Sr. do Arce, el único que ha dado crédito a esos débiles indicios de que se ha hecho una reconstruccioin de un supuesto libro de Porfirio que tuvo que ser escrito en la estancia de Porfirio en un lugar determinado. Me sucede con Vd. lo mismo que con otro detractor ya lejano, que me porfiaba que el Evangelio de Mateo había sido escrito en primer lugar en arameo, y no en griego. También él desconocíia todo el contenido de «Año 303». Sólo así, ignorándolo todo, puede alguien situarse en el punto de no existir nada con pruebas documentales de que fue precisametne Eusebio de Cesarea quien construyó o escribió Marcos, Juan, la Carta de Santiago y las Cartas de Juan, además de otros escritos supuestamente «cristianos» primitivos.
No es a mí a quien le corresponde demostrar la irrelidad de su defensa, sino a Vd. la realidad. Y con lo que me mostró en nuestra anterior correspondencia ya le expresé mi convicción del escaso peso de lo aportado. Reconstrucciones modernas de libros antiguos (que no se han encontrado en sitio alguno) hacen levantar sospechas. Cuando antaño había un Método para reconstruir textos originales partiendo incluso de copias imperfectas. Y las Bibliotecas en el Imperio romana abundaban.
No se extrañe de que no se argumente con lo que Vd. propone. No se exrañe de ser el único. Extráñese más bien de que en ocho años y medio, de Abril de 2.016 a Octubre de 2.024, ni uno solo de los defensores de la versión oficial del Cristianisno haya sido capaz de encontrar ni un solo fallo, pifia, gazapo o error fundamental mío en las 864 páginas del libro citado. Lo único que me han reprochado es que aparecen «patatas y tomates» en el relato de una comida, cuando esas verduras o tubérculos proceden de America y no las había en Europa en el siglo IV. Eso ha sido todo, caballero. Eso ha sido todo.
Y otro hecho que me sorprende es la justificación de no leer lo que critican, porque sin leerlo ya saben que es equivocado. Ha de reconocer que la suya es una justifiación novedosa para mí. Pero si no es capaz de leer un libro, tampoco puede rebartirle a su autor lo que en él afirma. Eso debiera serle evidente. Y con ese libro ya he dado bastantes razones, pruebas y justificaciones de lo que defiendo, como para que me haga falta retroceder al año 305 de nuevo, el año que renunció Diocleciano.
Vamos a dejarlo y a continuar cada cual por nuestro camino, D. Stanley.