Los primeros esbozos de «Casas de misericordia» en la Antigüedad, en «La salud y 2 en el mundo helenístico 95».
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© Copyrigth Fernando Conde Torrens, el lunes 2-4-2.012
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La práctica que se hacía en Rodas, que los ricos de la ciudad – que bebían en tazas como la mostrada en el artículo anterior – tomaran a su cuidado la alimentación de varias familias pobres, lo hizo Atenas con sus varones inválidos o mutilados. Según Polibio (-200, -118), historiador griego, ya el rey Ofeltas, rey de Beocia en tiempos muy remotos, colindantes con la guerra de Troya, había ayudado a los pobres con fondos del Estado. Y Heracleides (-390, -322), Filósofo del Ponto, dice incisivamente «es fácil ser bueno cuando tienes suficiente de comer.» Otra actuación similar en favor de los menos favorecidos era el cuidado que muchos Clubs tenían de las hijas de los miembros del Club fallecidos.
La distribución de la carne de los sacrificios, en la cual se había ejercido violencia, no fue común, quizás salvo en Atenas. El sacerdote recibía generalmente su parte en el sacrificio, como pago de su intervención en la ceremonia, y en general la carne no llegó a ser entregada a los pobres. Una relación que se conserva de Miconos, hacia el año 200 AEC., indica sólo una distribución a los pobres en cuatro meses, y una única ocasión en que se ofreció un banquete con tales carnes sacrificadas a las viudas de ciudadanos. Otra relación de Coan, que cubre un periodo de unos pocos días, indica por dos veces que la carne sobrante de los sacrificios fue «a la ciudad«, aunque no indica los criterios de reparto. El criterio compartido por muchos historiadores es que fue repartida entre las tiendas que vendían carne.
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Consagración de Isis. Museo Nacional de Nápoles
(Fuente: Historia de la Humanidad. Grecia Helenística. Rebeca Rubio et alia. Arlanza Ediciones, 2.000.)
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Un inciso para reproducir un dicho de Epicuro – al que, erróneamente, han los modernos identificado con el placer y la gula, confundiendo el Gozo del Filósofo, con el placer del libertino – dicho que tiene relación con la Medicina y la salud, de que aquí tratamos, y que el lector puede aplicarse a sí mismo, si lo ve oportuno. Decía el bueno, e incomprendido, Epicuro:
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«La muerte, el más horrendo de los males, en nada nos afecta, pues mientras nosotros vivimos, no ha venido ella. Y cuando ha venido, ya no estamos aquí para temerla.»
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De modo que ya se sabe, a la muerte, ni caso. Es tonto darle vueltas. Otra cosa es vivir teniéndola en cuenta, pero, como decía el otro, como si fuera una hermana.
Pudiera parecer normal que los Estoicos o los Cínicos, con su sentido de la hermandad universal, hubieran promocionado la filantropía, pero no sucedió así, dice mi fuente. Para los estoicos, la pobreza, como la esclavitud, afectaba sólo al cuerpo, y lo que afectaba sólo al cuerpo era materia indiferente. El esclavo más pobre podía ser rey de su propia alma, por eso se concentraban en el alma y la cuerpo lo dejaban estar tal cual. Ésta sería la razón por la que nunca se propusieron abolir la esclavitud.
Los Cínicos glorificaban la pobreza que ellos mismos practicaban. Si la ausencia de propiedades no constituía por sí misma una virtud, era, sin embargo, condición indispensable para adquirir la virtud. Parece que no distinguían entre la pobreza involuntaria del trabajador del campo y la voluntaria renuncia del filósofo. Podríamos equiparar los Cínicos con los no integrados en el sistema de hoy en día. un poeta con formación cínica recomendaba a sus contemporáneos, allá por el año 290 AEC. – una generación después de la muerte de Alejandro, en plena época de los Diádocos y los Epígonos – que se integraran en los riesgos de la revolución social, quitando a los ricos y dándoselo a los pobres. La revolución social fue puesta en práctica por Cleomenes, rey de Esparta, hacia el año 258 AEC., con éxito sólo inicial.
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Hermafrodita dormida, de Policles, copia; original del siglo V.
(Copiada por Velázquez en su Venus del espejo.)
(Fuente: Historia de la Humanidad. Grecia Helenística. Rebeca Rubio et alia. Arlanza Ediciones, 2.000.)
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………. Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén», «La Salud» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En https://www.sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.
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